¿Es el tuerto rey en el país de los ciegos?
Daniel Feldman
"El país de los ciegos" es un cuento de Herbert George Wells, más conocido como H.G.Wells, escritor, novelista, historiador y filósofo británico.
Contenido de la edición 18.03.2022
Publicado originalmente en 1904, hace ya 118 años, en la revista The Strand Magazine, fue incluido más adelante, en 1911 en la colección de cuentos El País de los Ciegos y Otras Historias. El autor revisó la historia y publicó una versión expandida en 1939.
A Wells se lo señala frecuentemente como uno de los padres de la ciencia ficción, en un podio compartido con Julio Verne y Hugo Gernsback.
El cuento que nos viene a cuenta -que se desarrolla en Ecuador- relata las peripecias de Núñez, llegado por accidente de nuestro mundo al perdido país de los ciegos, que a esa altura se lo creía solo como fruto de leyendas.
"Pero Núñez avanzó con los pasos confiados de un joven que acaba de entrar en la vida. Todas las viejas historias del valle perdido y del País de los Ciegos le volvieron a la mente, y mezclado entre sus pensamientos discurría un viejo proverbio, como el estribillo de una canción. En el país de los ciegos, el tuerto es rey".
Núñez establece relación con los habitantes, todos ciegos y aislados del mundo, de cuencas vacías y con un vocabulario que había eliminado toda referencia a la visión.
Paradójicamente, al establecerse el diálogo entre ambas partes queda radicada también la incomunicación: "Núñez se encontró a sí mismo intentando explicar el ancho mundo del que había caído [...]. Ni siquiera comprendieron muchas de sus palabras. Durante catorce generaciones aquella gente había estado ciega y aislada del mundo de los vivientes [...]. La historia del mundo exterior se había difuminado hasta convertirse en un cuento para niños."
Es así que Núñez se dio cuenta de una cosa: "el asombro y la reverencia que esperaba que aquella gente mostrara ante su origen y sus dones no iban a producirse".
Obviamente, cada una de las partes hace gala de sus virtudes y defectos, pero esto viene a cuento de la incomunicación que parece estar estableciéndose en la sociedad, entre los diferentes colectivos y fundamentalmente hacia adentro de cada uno de ellos.
No se trata de reivindicar historias anteriores al estilo de "todo tiempo pasado fue mejor", en primer lugar, porque eso no es cierto.
Pero tampoco podemos evitar preguntarnos -y esto es un reclamo directo a los gestores de la actividad intelectual- dónde quedó el discurso, esa "serie de palabras y frases empleadas para manifestar los que se piensa o se siente; el razonamiento o exposición de cierta amplitud sobre algún tema; la doctrina, ideología, tesis o punto de vista", al decir de la Academia de la Lengua.
Hoy parece campear a sus anchas el travestismo del discurso: la arenga -aparentemente originada tiempos ha en el gótico harihring, "reunión del ejército", "corro de gente"-, que en definitiva busca transformar el discurso en un enardecimiento de los ánimos de los oyentes. A veces peor aún, porque en la arenga hay, si se quiere, cierto discurso, y muchas veces estamos asistiendo a la ausencia total de él.
No hay diálogo, no hay debate, no hay intercambio de ideas; simplemente hay enunciación de verdades reveladas de las cuales muchos se creen depositarios.
En la política, sí, pero también en la cultura, que tendría que ser un ejemplo de vanguardismo y ruptura con los estereotipos, se aprecia una seudo transgresión que, las más de las veces, refleja la absoluta ignorancia de qué es arte, creación, debate.
Claro, el diálogo no hace bien... al ejercicio del poder. Y es así que nos inundamos de jerarcas que se creen dialogantes, democráticos y ainda mais porque, día a día, baten records de tuiteos, muchas de las veces abundantes en faltas de ortografía, sintaxis y, ¿por qué no?, de respeto.
Esa falta de diálogo para construir el discurso lleva a construir (vale la redundancia) países de ciegos -sordos, mudos- y por supuesto a que unos cuantos piensen en el hipotético tuerto rey del país de los ciegos, conocido dicho que pretende establecer una situación en que una persona sobresale, no por poseer grandes talentos, sino merced a la mediocridad de los demás - y todo ello con el debido respeto a las personas carentes de visión-.
Sin embargo, a esos pretenciosos, lamentablemente ni para ser tuertos les da la talla, por lo que, de tanta necedad corremos el riesgo de quedar con un país sin rey.
DANIEL FELDMAN
Director de CONTRATAPA
Imagen de portada: CONTRATAPA/dfp
(*) Artículo original emitido en programa LA PUERTA (FM Ciudadela) el 19-03-2019