CALLE A CALLE MVD (*) – El “padre de los pobres” … ¿y el tío de los esclavos?

Daniel Feldman

Contenido de la edición 11.09.2024

 

La moral, la ética, se puede decir que son paradigmáticas de cada época, y en base a eso es que se juzga.

Se dice que la moral es la doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican. Catalogar de moral o inmoral el comportamiento de alguien que vivió hace más de dos siglos escapa totalmente a la pretensión de estas columnas, más allá de la evaluación que el autor y el lector puedan hacer, y a tales efectos recomiendo leer el artículo sobre el tema, de Alejandro Giménez Rodríguez, aparecido hace ya un tiempo en la revista CONTRATAPA.

Francisco Antonio Maciel, a quien desde nuestro pasaje por las aulas de enseñanza primaria conocemos como el "padre de los pobres", nació en Montevideo en setiembre de 1757, en el seno de una familia destacada de la sociedad colonial, proveniente de las islas Canarias.

Fue un prominente empresario de la época, dedicado especialmente a la industria saladeril. El camino en esta área lo había iniciado Francisco de Medina, que en 1781 fundó el primer saladero en los márgenes del arroyo Colla, cerca de la ciudad de Rosario, departamento de Colonia.

Maciel hizo lo propio en 1787 a orillas del arroyo Miguelete, en Montevideo, donde fabricaba velas, jabón y charque, que por primera vez es exportado a Cuba. En ese predio es que también mandó construir una capilla (del Niño Jesús), donde se realizó en diciembre de 1813 el célebre "Congreso de la Capilla Maciel", que ahondó las desavenencias entre Artigas y Buenos Aires.

Francisco Antonio Maciel es recordado como un gran filántropo, al punto que se destaca su papel en la fundación del Hospital de Caridad, que hoy lleva su nombre. Fue un hospital gratuito, que en su comienzo funcionó en casilla de madera, seguido por la donación de un terreno donde se construyó el edificio precursor del actual.

Casado con María Antonia Gil, fue además de un exitoso exportador de tasajo y charque, un importante comerciante de esclavos, actividad totalmente legal por la época y para nada mal vista en los estratos altos de la sociedad colonial.

Si bien en la fundación de Montevideo participaron únicamente 131 españoles, sin esclavos ni siervos, unos años después el Cabildo, en vista de la ostensible falta de mano de obra, solicita a las autoridades competentes la importación de esclavos negros.

Apenas 14 años antes del nacimiento de Maciel, en 1743, se inicia la introducción regular de esclavos en Montevideo. En 1787 se le otorga a la "Real Compañía de Filipinas" el permiso para el tráfico, por dos años, a razón de 5.000 a 6.000 por año, con destino a nuestra ciudad, Chile y Perú.

Fue así que Montevideo se transformó, usando una triste analogía con nuestra modernidad, en el hub de esclavos de la región.

Tan así, que ante la pacatería de la sociedad se obligó a la tal Compañía a construir un depósito transitorio para los esclavos, a efectos de que pasaran su cuarentena y se los pudiera controlar. Este fue conocido como "Caserío de Filipinas" o "Caserío de los Negros", y funcionó hasta 1811. Un equipo de antropólogos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) determinó en 2014 su ubicación, en lo que es la actual escuela 47, en el barrio Capurro. Se estima que por ahí pasaron unas 70.000 víctimas del comercio esclavista, transformado por ese entonces en uno de los principales rubros de la economía de la ciudad.

Entre tantas cosas, me llamó la atención, para expresarlo de manera delicada, el denominado "palmeo" que se hacía a los esclavos.

Consistía en la medición para determinar su valor. Según un detallado estudio titulado "Esclavitud y afrodescendientes en Uruguay - Una mirada desde la antropología" (2012), realizado por un equipo de la FHCE por Roberto Bracco y colaboradores, la escala en palmos estaba inscrita en un listón, que se colocaba al pie del esclavo erguido. Una vez que se había efectuado la medición por parte del cirujano (sic), al número resultante se lo rebajaba en función de posibles defectos del individuo a ser comercializado, a saber: "flucción reumática", "incordio", "dientes de menos", "constipación", "fiebre continua", etc.

A los efectos de que el esclavo fuera considerado "apto" -en este caso se lo llamaba "pieza de Indias"- debía tener un mínimo de siete palmos (aproximadamente 1,50m). Los que pasaban esa instancia eran luego marcados, al igual que la práctica que se continúa realizando con el ganado, a efectos de demostrar que habían entrado legalmente., una especie de certificado de importación. En el pecho, la Marca Real, y en la espalda, la del asentista.

Los más importantes comerciantes montevideanos, parte de una sociedad fina y culta, eran simultáneamente los principales comerciantes de esclavos del continente.

Precisamente entre ellos está Maciel, acompañado por ilustres nombres como Lucas Obes, Francisco Juanicó, Mateo Magariños, Pedro Francisco de Berro, José Batlle y Carreó, Antonio Massini.

Muchos de estos comerciantes fueron simultáneamente destacados patriotas y partícipes del proceso independentista de nuestro país, al punto que Francisco Antonio Maciel se alistó y estuvo en las primeras filas en el "Combate del Cordón". Este, conocido también como "Combate del Cardal", tuvo lugar el 20 de enero de 1807, y se lo sindica como el principal enfrentamiento entre las tropas británicas, victoriosas en la instancia, y la defensa de Montevideo, al iniciarse el sitio en el marco de las segundas invasiones del imperio.

Maciel, a la sazón con 49 años, perdió la vida en ese enfrentamiento, celebrado en las cercanías del Santo Cristo del Cordón, imagen ubicada a un costado del entonces camino del Cordón, hoy avenida 18 de Julio, cercano a donde está el edificio central de la Universidad de la República.

Por algún lado se dice que la Capilla de la Caridad, de 1798, en la inicialmente calle de Santo Tomás, hoy Maciel, es el tercer edificio en antigüedad de la ciudad de los que hoy permanecen en pie, junto a la Casa de Manuel Cipriano de Melo, conocida como Casa de Lavalleja (1783) y la Iglesia Matriz actual (1790).

Y a propósito de la calle de Santo Tomás, en el actual cruce con Washington (antes San Diego), nos cuenta Isidoro de María que estaba radicada la "esquina del ánima". Era así llamada por un nicho que tenía en ambos lados, con un ánima en pena "por el estilo de la que se ve sobre la alcancía existente junto al nicho del Cristo en el Cordón, que daba nombre también a la antigua esquina de aquel paraje".

El dueño "tenía por costumbre o devoción, poner un farolito con luz todas las noches al Ánima en pena, costeando la vela, sin hacer como los tíos viejos, que andaban con su alcancía de lata pidiendo limosna de puerta en puerta para las Benditas Ánimas, San Benito, San Antonio y la Virgen del Rosario".

Como dato anecdótico, el cuerpo de Maciel, fallecido como ya dijimos en el "Combate del Cordón", no fue identificado entre los cientos de muertos.

Y así fue que recorrimos el cruce, a diestra y siniestra, pero terminamos retirándonos con la misma cantidad de monedas con que llegamos, aunque alguna pena dejamos en el camino, y a cambio, nos cargamos con otras.

 

(*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos

 


DANIEL FELDMAN

Director de CONTRATAPA

 

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2024-09-11T15:03:00