CALLE A CALLE MVD (*) Héroe y traidor, precursor de los reclamos laborales
Daniel Feldman
Contenido de la edición 08.10.2024
Siempre se puede estar de los dos lados del mostrador, especialmente cuando se es mirado por quienes están de los otros dos lados.
Santiago Antonio María de Liniers y Bremond, en francés Jacques de Liniers, nació en Niort, Francia, en julio de 1753, y tuvo su triste final en Córdoba, Provincias Unidas del Río de la Plata, el 26 de agosto de 1810.
Capaz que más de uno supo acercarse a su nombre a través del fútbol, por el célebre barrio porteño, sede del laureado Club Atlético Vélez Sarsfield.
Santiago, hijo de Jacques Joseph Louis de Liniers y Henriette Thérèse de Bremond D'Ars, fue el décimo y penúltimo virrey del Río de la Plata, cargo que ejerció durante dos años y 169 días entre el 10 de febrero de 1807 y el 29 de julio de 1809.
Su familia pertenecía a la antigua nobleza francesa de Poitou, con una dedicada tradición católica y militar.
¿De dónde devino entonces la fama por estos lares de este hidalgo francés? Los "pactos de familia" fueron tres acuerdos suscritos entre 1733 y 1789 por las monarquías de España y Francia, contra el reino de Gran Bretaña y Archiducado de Austria, y deben su nombre a las relaciones de parentesco existentes entre los reyes firmantes, todos pertenecientes a la Casa de Borbón. Estos posibilitaban que los franceses participaran en las empresas militares de España en igualdad de derechos y obligaciones que los españoles
Amparándose en el pacto rubricado en 1761, nuestro personaje de hoy ingresó -apenas adolescente- en la escuela militar de la Orden de San Juan, de la que egresó en 1768 con la cruz de Caballero de Malta.
La vida de Liniers fue de un continuo destaque y arrojo en la práctica militar, que lo llevó a ascender en las jerarquías, a pesar de que, con cierta constancia, en sus exigencias y planteos no dejaba de traslucir una especie de decepción por no ser considerado de acuerdo a sus merecimientos. Pero no aburriremos a los lectores con una sucesión de tiros, cañonazos, ataques y contraataques.
Detengámonos en el inicio de octubre de 1802, exactamente en el día 1°: el virrey Joaquín del Pino y Rozas se dirige por carta a Liniers, en respuesta a la solicitud de este para ocupar el puesto de gobernador de los pueblos de las Misiones, cargo que fuera dejado vacante por el coronel Joaquín de Soria, que parece que prefirió una vida teóricamente más reposada haciéndose cargo del regimiento de Voluntarios de caballería de Montevideo.
Sin embargo, el virrey advertía a Liniers tres cosas: que debía ocupar el cargo a la brevedad; que el puesto sería "en comisión", es decir interino; y que su sueldo sería igual al que tenía en ese momento como "capitán de navío desembarcado", que de acuerdo a la escala salarial de la época era superior al de "gobernador interino". Recordemos esto, ya que será importante a futuro.
Una semana después Liniers respondió aceptando el ofrecimiento, y un mes más tarde recibe el título de gobernador interino de las Misiones de Guaraníes y Tapes, "por ahora y en comisión", de acuerdo a la cédula que lo atestigua.
Permaneció hasta inicios de 1804, cuando fue sustituido por Bernardo de Velasco, a la sazón último gobernador de la provincia de Paraguay.
A renglón seguido, sin central sindical de por medio ni aparente legislación laboral al respecto, Liniers inició una demanda por el cobro de un adicional de cien pesos mensuales, aduciendo que le correspondía por haber desempeñado la gobernación de Misiones como una función "especial" a su cargo de militar. Jugando con la imaginación, se lo puede visualizar contrariado por no percibir un adicional por nocturnidad (en definitiva, el trabajo de gobernador debía ser, como se dice hoy, 24x7), o también haciendo cálculos para exigir, por tarea riesgosa, que se le computaran tres años por cada dos de trabajo, a los efectos de su retiro.
Resulta interesante al adentrarse en su vida la presencia del dinero, que nos lo hace pensar como un verdadero asalariado de las armas, más allá de sus fidelidades, fueran de clase, nacionalidad u otras. Generalmente, en las historias de otros "próceres" nunca aparece el vil metal, no sea cosa que se manchen los mármoles futuros. ¡Vaya uno a saber!
Para quienes la conocen, la calle Liniers transcurre por no más de cien metros, apretada por un lado por Juncal (la otrora Media Calle), tronchada hacia el sur por Ciudadela, y alberga únicamente un lateral de la Torre Ejecutiva, sede de la Presidencia de la República, y uno de sus anexos.
Nunca había reparado en el nombre de esa calle, acostumbrado de chico y durante décadas a la visualización del esqueleto edilicio de lo que alguna vez pretendía ser el Palacio de Justicia, construcción iniciada en 1963 y finalizada, ya como sede de la Torre Ejecutiva, en 2009. Ora la percibía como Ciudadela, ora como Juncal, y siempre la veía como la del costado del teatro Solís.
Si bien decía más arriba que hacia el sur la truncaba Ciudadela, ese es el origen de la vía de tránsito, aunque muchas veces la podamos imaginar al revés, por el sentido de circulación vehicular.
No me voy a extender, pero si usted la ve, no va a imaginar que el lado que recibe el límite este del Solís, con oficinas, puerta de ingreso a la Comedia Nacional, y estacionamiento, corresponde a la calle Juncal. Porque parece que su límite es un corto cantero que delimita el estacionamiento de los costados del teatro. De ahí mi idea de que la aprieta. Como en la historia apretaron al propio Liniers.
Dicen que era un tipo sensible, ferviente defensor de la población indígena, tratando de evitar los permanentes abusos de que era víctima de parte de los colonizadores.
En 1806 se produce la primera de las dos invasiones inglesas, y el 27 de junio -vaya fecha- se registra la caída de Buenos Aires, hecho que genera una profunda preocupación en nuestra ciudad, ya que se vislumbraba que la pretensión británica era apoderarse de todas las costas de la región. El virrey Rafael de Sobremonte huyó rápidamente a Córdoba, y el cabildo de Montevideo entendió que eso, sumado a la sumisión del Cabildo de Buenos Aires a los invasores, colocaba al gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz de Huidobro, como la máxima autoridad delegada del rey de España, y en consecuencia debía emplear esa autoridad para rechazar la invasión.
A Liniers se le encomienda entonces el mando de la fuerza expedicionaria que debía dirigirse a Buenos Aires, por lo que cruza a nuestras costas para preparar la embestida. Después de varias vicisitudes, el 12 de agosto de 1806 inicia la reconquista de Buenos Aires, que acaba victoriosa, y de ahí que el monarca español concediera a nuestra ciudad el título de "Muy fiel y reconquistadora".
Las fuerzas al mando de Liniers se apropiaron de numerosos cañones y de las banderas del regimiento 71 invasor, las que fueron expuestas en la Iglesia Santo Domingo de Buenos Aires con la inscripción "Del escarmiento del inglés, memoria, y de Liniers en Buenos Aires, gloria".
Estimo que por entonces nuestro personaje de hoy continuaba sin haber percibido su reclamo salarial.
La reconquista elevó a Liniers a la categoría de ídolo y héroe en ambas orillas, y rápidamente se convirtió en virrey.
Luego de cierta benevolencia para la época en el trato a los derrotados, los ingleses se recompusieron y organizaron la segunda invasión.
En esta ocasión parece que Liniers tuvo de su lado la suerte, y nuevamente derrotó a los isleños, consiguiendo su capitulación en el combate de Miserere, en el hoy barrio Once porteño. Martín de Álzaga, que dirigía Buenos Aires, lo convenció de que también exigiera la devolución de Montevideo, que luego del sitio entre el 16 de enero y el 3 de febrero de 1807 fue tomada por el general Samuel Auchmuty, pasando a ser, temporalmente, una colonia británica.
Luego de su confirmación oficial como virrey comenzaron las acusaciones en su contra de nepotismo, cohecho y peculado, al tiempo que lo más pacato de la sociedad se escandalizaba de un supuesto romance con la aristócrata francesa, nacida en la isla Mauricio, Marie Anne Périchon de Vandeuil, comúnmente apodada como "La Perichona".
Tras la invasión francesa a la península ibérica, y el consecuente cambio de alianzas, todo hacía presagiar que la estrella de Liniers comenzaría a apagarse. No olvidemos que, a pesar de castellanizar su nombre, seguía siendo un francés de alcurnia.
A mediados de 1809 se le notifica que la Junta de Sevilla -que había designado a Cisneros como virrey- le ordenaba dirigirse a la brevedad a España, a lo que respondió solicitando poder permanecer en el Río de la Plata y fijar residencia en Mendoza, alegando que no se estaba ante las circunstancias más propicias para su retorno y que -hombre firme en sus reclamos- las arcas reales aún le adeudaban dinero.
La Revolución de Mayo (1810) precipita acontecimientos, y Liniers permanece fiel a la corona española, e incluso Cisneros, ya depuesto, le encarga organizar la insurrección.
Será fusilado, acusado de traición, junto a tres compañeros, el 26 de agosto de 1810. Dicen que ese día, a las 14.30, fueron conducidos al paraje conocido como monte de los Papagayos, donde se les leyó la condena de muerte. Cuenta una historia que Liniers fue el único en negarse a que le vendaran los ojos, y a cuatro pasos, un pelotón de húsares, que de acuerdo a un escrito anónimo estaba formado por soldados ingleses desertores, disparó sus arcabuces sobre los condenados.
Parece que nuestro invitado de hoy quedó vivo, y fue Domingo French, a quien el propio Liniers había ascendido por su desempeño en la reconquista, a quien le cupo la tarea de darle el tiro de gracia.
Pasadas varias décadas sus restos -que habían sido enterrados por un párroco- fueron llevados a España, donde reposan -junto a los de sus compañeros fusilados- en el Panteón de los Marinos Ilustres de San Carlos, cerca de Cádiz.
Se puede recorrer varias veces la calle Liniers mientras se lee esta nota o intenta adentrarse en su historia, rica y contradictoria, cambiante y, si se quiere, trágica.
Pero, ¿qué hace Blanes colándose en nuestro relato? Lo observo y me entra la duda: ¿está parado sobre la calle Liniers o sobre Juncal? ¿A qué o a quién observa?, como midiendo para plasmar en una pintura.
Las calles y sus nombres son frutos de sus momentos, pero de alguna manera todas hacen a la identidad de la ciudad.
DANIEL FELDMAN
Director de CONTRATAPA
(*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos