CALLE A CALLE MVD (*) La más larga del Uruguay
Daniel Feldman
Contenido de la edición 22.01.2025
Leí en algún lugar que la avenida Gral. Rivera es la calle más larga del Uruguay.
Si bien termina prácticamente a la misma altura que avenida Italia, sobre el arroyo Carrasco, la calle que evoca y honra al primer presidente constitucional de Uruguay es unas cuadras más larga, unas ocho o nueve, según de cuál acera se las cuente.
De por sí, esa pretendida extensión sería motivo de una reseña, pero en realidad es mi intención detenerme en algo puntual, ya que su recorrido está repleto de tantos elementos evocables, casi acompasando a la historia y evolución de la ciudad, que nos impondría una extensión en texto que emularía a la distancia de inicio a fin de la propia calle.
Manuel Oribe, más exactamente Manuel Ceferino Oribe y Viana, nacido en 1792, era descendiente por línea materna del primer gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana. Se casó con su sobrina Agustina Contucci y Oribe, catorce años menor que él, consanguineidad en el matrimonio que se veía con cierta frecuencia en los albores de la patria.
Pero, ¡qué osadía!, podrá esgrimir más de uno respecto a comenzar una semblanza de la calle Rivera hablando del general Manuel Oribe. Es cierto. La enemistad de Oribe con Rivera, o de Rivera con Oribe, viene -según aduce el historiador Francisco Bauzá- de supuestas preferencias del a posteriori prócer José Artigas por don Frutos. Y tan a pecho se tomaron esa animadversión que, en la batalla de Carpintería, el 19 de setiembre de 1836, dieron origen a las tradicionales divisas blanca y colorada, generando en ese entonces -parafraseando al gran Homero- una "cólera funesta que causó infinitos males", ya no a los aqueos sino a los orientales de esta banda.
Se podría pensar que la existencia de uno prefigura al otro, y viceversa. Y los hechos me terminan dando la razón, ya que el inicio mismo de la avenida Rivera, a manera de ironía de la historia, está empujado por una estatua ecuestre del mismísimo Oribe.
Pero, como creo que dijimos al comienzo, vamos a ir a algo puntual. Aunque nos lleve un poco llegar.
José Fructuoso Rivera y Toscana había nacido apenas tres años antes que su posterior enemigo Oribe, y tan paralelos eran, que murió también tres años antes. Hijo del poderoso terrateniente Pablo Hilarión Perafán de la Rivera Bravo (para que usted, simple González o Fernández sienta envidia), se convirtió en 1830 en el primer presidente constitucional del Estado uruguayo. Casado con Bernardina Fragoso Laredo, también fue el tercer presidente constitucional del nuevo país.
La avenida Rivera nace entonces con Oribe, en la avenida 18 de Julio, y se prolonga hasta desembocar en el límite este del departamento, en la calle Rafael Barradas, en homenaje al artista uruguayo nacido en 1890 y fallecido con apenas 39 años.
Barradas fue creador y máximo exponente del denominado "Vibracionismo", donde según los críticos a través de fragmentos múltiples de las cosas y los contrastes, se refleja el ritmo de las grandes urbes. Vaya a saber si no se trata de algún espejo moderno de lo sucedido en el arroyo Carpintería ocho décadas antes.
"La fisonomía de la calle Rivera se ha perdido. El progreso se ha colado con el hormigón y el trolleybus". Eso nos decía Efraín Quesada en la publicación "Mundo Uruguayo" hace tan solo 72 años.
Y pensar que yo vi el final de los trolleys capitalinos. Supe ser asiduo usuario de la línea 60 de la fallecida Cooptrol. Recuerdo tomarlo en la parada de Rivera y Asturias, en dirección al centro, y a pesar de mi ateísmo invocar a todos los dioses para llegar a destino, o por lo menos cerca, ya que invariablemente se salían las astas que traían la corriente eléctrica desde los cables. Mantengo en mi memoria la kafkiana imagen que día tras día veía, donde el guarda tomaba dos guantes aislantes, bastante cubiertos de grasa, y al llegar al cruce con 18 de Julio, al inicio de Rivera, bajaba a reenganchar con los cables de nuestra principal avenida, a veces corriendo colgado tratando de hacer puntería.
Decían antaño que la calle Rivera era un simple sendero de tierra arenosa, y se la conocía como Camino al Cementerio (del Buceo).
En ese camino se cruzaban dos puentes, uno sobre Mac Eachen, la famosa Maqueca para muchos, y otro sobre 14 de Julio.
Un poco antes, viniendo del centro, en la esquina con la actual Gabriel Pereyra, donde durante años estuvo radicado el famoso almacén Las Cordilleras, bastante tiempo ha funcionó el "Biógrafo de Cirilo"; nada más ni nada menos que un proyector de cine mudo que un inmigrante italiano compartía con los vecinos.
En ese entorno se fue conformando el por entonces "Pueblo de los Pocitos", un pequeño asentamiento separado del resto de la ciudad, fundado por lavanderos italianos. Nos cuenta un diccionario geográfico de la época que "hace treinta y tantos años que allá, en los arrabales de las quintas de Montevideo, en un sitio desierto y abandonado, se trazó un plano de barrio que se denominó 'de los Pocitos', destinándolo para el servicio de las lavanderas que no encontraban sitio en los lavaderos de Acuña y Sauces, hoy ciudad, vendiéndose los terrenos a vil precio".
Es así que las escrituras, actas notariales, órdenes judiciales, comenzaban diciendo: "En el Pueblo de los Pocitos...".
Se dice que en el siglo XIX las morenas que lavaban ropas en la zona habían excavado cachimbas o pequeños pozos ("pocitos") en el lugar donde se producía la confluencia del arroyo precisamente llamado "de los Pocitos" con el río de la Plata, en lo que hoy es el cruce de Buxareo y la rambla.
El arroyo de los Pocitos, hoy entubado, nacía en el parque Batlle, antiguamente parque Pereyra, y más antes (permítaseme la licencia) "campo chivero", entre lo que hoy es el Velódromo y avenida Italia, y corría de oeste a este. Recibía las aguas de dos cañadas, luego doblaba y seguía su curso paralelo a las actuales calles Mac Eachen y 14 de Julio
Y ante tanta extensión fue ahí donde me detuve, en la avenida Rivera entre Mac Eachen y 14 de Julio. Puedo decir con propiedad que son miles las veces que transité por ahí, pero sin reparar en los mojones presentes en ambas veredas -norte y sur-, o viéndolos, pero pensando que no eran más que vaya a saber qué otro adorno urbano deslucido y abandonado.
Sin embargo, una modesta placa al lado de cada uno, nos señala que "este mojón indica el pasaje del curso de agua del arroyo de los Pocitos, canalizado entre los años 1926 y 1932".
De toda la avenida, que de oeste a este y de este a oeste he recorrido en numerosas oportunidades, me quedé con este mojón, que indica el pasaje del arroyo y nos retrotrae a antiguas historias de pies que las transitaron y manos curtidas que vaya a saber cuántas prendas ajenas lavaron.
Del arroyito de la Buena Moza se perdieron referencias, y nos quedaron las criadas lavanderas, las "morenas" que refieren las historias.
Así seguí mi trayecto hasta el final, donde Rivera se vierte en Barradas, en un paisaje totalmente opuesto al de su inicio, en que el verde boscoso cobija las residencias aledañas y, en una tarde de invierno de campaña electoral, no pude dejar de apreciar en una columna del alumbrado público al candidato alineado con el color y la tradición de don Frutos, que nos señala a manera de renovado Tío Sam, y con número "con permiso de su Majestad" nos invita a votarlo.
Es la ciudad y su dinamismo, su día a día.
Sin embargo, me fue imposible dejar de pensar en los mojones, el arroyo, los pocitos y las lavanderas.
DANIEL FELDMAN
Director de CONTRATAPA
(*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos