CALLE A CALLE MVD (*) Un premio al que acierte el segundo nombre
Daniel Feldman
Contenido de la edición 19.11.2024
Las placas de la señalética tienen espacio limitado, y por lo general obligan a abreviar.
Siento una especial atracción por adivinar cuál es el segundo nombre de personajes reflejados en el nomenclátor montevideano y que por razones de espacio aparecen abreviados en las placas y pasan a ser parte de cómo las designa la gente.
A manera de ejemplo: José L. Terra. Nadie le dice calle Terra, o José Terra. Todas las personas que conozco o he escuchado dar una dirección la refieren como José Ele Terra.
Fija que es José Luis Terra, pensará la mayoría de los lectores; es una cuestión de estadística y probabilidades. Sin embargo, no. Es Ladislao, como el chiquito Mazurkiewicz. Lo supe de bastante joven, lo que me permitió, en años ya lejanos, ganar una caja de alfajores en un programa radial que justamente preguntó eso: ¿qué nombre correspondía a la L de José L. Terra? Ladislado, respondí al aire con total convicción, para referirme a quien fuera un político colorado del siglo XIX, y que como triste legado nos dejara al primer dictador del siglo XX, Gabriel Terra.
Generalmente trato de salir de lo que parecería obvio. Eso me pasaba con la calle Juan D. Jackson, aunque a esta generalmente se la conoce como Jackson, calle que nace en la rambla del parque Rodó y discurre hasta toparse con casi el comienzo de la avenida Rivera, de la que hablaremos en otra nota. Pero no dejaba de intrigarme a qué nombre correspondía la D.
Daniel, fue lo primero que pensé, en un acto de pura autorreferencia. Damián, Diego, Doroteo, fueron algunos de los nombres que pasaron por mi imaginación. Pero ninguno era el acertado.
Juan Dámaso Jackson Errazquin nació en Montevideo en 1833 y falleció en 1892. Era hijo de John Jackson, empresario británico radicado en nuestras tierras, de fe protestante, y de Clara Errazquin Larrañaga, una criolla católica. A pesar de la orientación religiosa de su padre, Juan fue bautizado en la fe católica, y sus restos descansan hoy en la capilla de la Sagrada Familia, conocida como capilla Jackson, en el barrio Atahualpa.
Viendo el segundo apellido de su madre y su segundo nombre, uno puede atar algunos cabos. Y sí, Dámaso Antonio Larrañaga, por ese entonces vicario apostólico de Montevideo, era tío carnal de su madre y fue su padrino de bautismo.
Juan D. estudió con los jesuitas en Inglaterra, y realizó prácticas de comercio en ese país y en Estados Unidos entre 1851 y 1858, retornando a Montevideo tras el fallecimiento de su padre, para hacerse cargo de la administración de los bienes familiares.
Los Jackson jugaron un papel muy importante en el comercio de la época.
Los negocios de importación y exportación se consolidaron en manos de los "ingleses". Se radicaron en el Río de la Plata en número importante, ocupando un lugar de destaque en las transacciones y finanzas del país.
Por ese entonces la expresión "palabra de inglés" fue sinónimo de seguridad, y se puede decir que en forma bastante acelerada los Jackson fueron tejiendo una amplia red familiar y de negocios. Alba Mariani, de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, lo define así en su estudio Red familiar y negocios; Juan Jackson y su hijo Juan D. Jackson en el Río de la Plata.
Sin embargo, el famoso diplomático, traductor, explorador y orientalista Richard Burton los miraba con cierto desprecio y los denominaba "Bête noire" por sus maneras "... ruidosa, descarada, presuntuosa, vocinglera, vociferante- la cosa... que ha engendrado la moderna anglofobia. Es el típico hombre de negocios de 10 libras que ha pelechado en el Río de la Plata en base a curtiembres y sebos... Es típicamente servil con sus superiores, petulante y desagradable con sus pares, insolente con sus inferiores...".
Juan D. tuvo cinco hermanos legítimos: Clara, Pedro, Sofía, Elena y Alberto; y un medio hermano ilegítimo, Carlos, fruto de un "traspié" de su padre en 1824 en Buenos Aires. Carlos nunca quiso saber nada de su parentela oriental, y luego de una vida bastante azarosa se suicidó en 1876.
En el estudio de Mariani se dice que John se integró a la "élite" familiar, pasando a compartir las actividades y prácticas comerciales de nuestro patriciado, muchas veces poco lícitas: fletar barcos con patentes de corsarios, comprar y vender lo que marinos y contrabandistas ofrecían en los remates portuarios, traficar con armas, ofrecer préstamos hipotecarios lindando o directamente llegando a la usura.
Juan D. se casó con Petrona Cibils Buxareo, hija de Jaime Cibils i Puig, y no tuvo descendencia. Estaba al frente de los negocios comerciales, bancarios, accionarios, ganaderos e inmobiliarios del grupo familiar, e incluso tuvo algún emprendimiento importante con su suegro.
Dicen que fue un hombre muy caritativo, contribuyó financieramente y ayudó personalmente en las epidemias de fiebre amarilla (1859) y de cólera (1867), y que impulsó la creación de la primera escuela agronómica del país, en Puntas de Manga, que a partir de 1915 sería conocida como Escuela Jackson, dirigida por los padres salesianos. Jacksonville se ubica en terrenos que le pertenecían.
Sería muy largo enumerar todos sus bienes, heredados por su esposa, "Petrona Cibils de 49 años de edad, dedicada a las labores de su sexo, sin descendencia", según hace constar la partida de defunción. A manera de ejemplo, se citan sus campos de "San Juan Bautista del Cerro Colorado", y de la sociedad familiar "San Pedro de Timote", donde dice que "se encontraban unos 32.409 vacunos, 47.500 lanares y alrededor de medio millar de caballos y yeguas".
A manera de anécdota, la hoy conocida como radio Sarandí fue creada en 1931 por el cura Ramón Puyal y Garanto con el nombre "Radiodifusora Jackson", y funcionaba en los fondos de la capilla de la Sagrada Familia o Jackson.
Y como colofón, la que sí tuvo descendencia fue Clara, una de las hermanas de Juan D.
Casó con el alemán Carl Gustav Oscar Heber Muhelhausen, por lo que generalmente fue conocida como Clara Jackson de Heber, y dieron origen a una tradicional familia de la política nacional.
Recorro a menudo la calle Jackson, de la rambla a Rivera, en suave pero persistente cuesta arriba, y de ahí de vuelta a la rambla. El Parque Hotel de la imagen del comienzo de esta nota, hoy devenido en sede del Parlasur y donde también se afinca parte de la burocracia internacional que nos habita, sigue mostrando -por lo menos desde afuera- una majestuosidad que no pasa de moda.
Sobre el final del recorrido, el espacio libre Mártires Estudiantiles, que evoca a los educandos asesinados en las calles de Montevideo durante el terrorismo de Estado, me regaló un abrazo de dos jóvenes que me llevó a pensar que la ciudad también puede ser un punto de encuentro.
(*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos
DANIEL FELDMAN
Director de CONTRATAPA