Fotografía: ¿El fenómeno de masificación cultural más grande de la historia?
Óscar Colorado Nates/Infobae
Contenido de la edición 03.09.2023
En este artículo se explora la afirmación de que la fotografía es el fenómeno de comunicación masivo más grande de la historia. Aunque la televisión, la radio e incluso el internet han sido medios fundamentales para comunicar mensajes a millones de personas, la fotografía se ha convertido en el siglo XXI en un producto que se produce y se consume a un ritmo inédito. Se calcula que hoy existen más de 30 millones de millones de fotografías.
La explosión de este fenómeno se debe, desde luego, a los teléfonos celulares que incorporan cámaras, pues en un mundo de 8.000 millones de habitantes hay 16.000 millones de smartphones. Aunque a primera vista podría pensarse que nunca se ha hecho tanta fotografía, pero tampoco tan mala, el artículo reflexiona sobre el valor cultural, antropológico y sociológico que muestra, a través de la fotografía, quiénes somos y que nos ayuda a conocernos mejor como seres humanos.
La fotografía es el producto cultural de mayor masificación en la historia. Aunque hoy hacemos fotografías todo el tiempo gracias a nuestros celulares, la historia se inicia en el siglo XIX con la llegada de los medios de comunicación centralizados que fueron posibles gracias a la prensa de vapor. Empezaba el momento cuando lo importante ya no era qué se comunicaba sino a cuántos. Y la masificación comunicativa creció sin freno durante el siglo XX con la radio, televisión, cine y, como puntilla, el Internet. Pero, con toda la notoriedad y alcance de estos medios, se quedaron cortos -aunque no lo parezca a primera vista- frente al fenómeno fotográfico.
La fotografía nació en 1839 y se popularizó inmediatamente gracias al retrato. A mediados del siglo XIX, comenzó a ganar popularidad a través de colecciones de estampas estereográficas y el formato de la carte-de-visite de Disdéri. Pero la mayoría de las fotos todavía eran realizadas por un grupo relativamente pequeño: los fotógrafos profesionales. En el siglo XX, la invención de la cámara Kodak Brownie permitió que cualquier persona se convirtiera en productora y consumidora de imágenes. Esto provocó un alud de imágenes domésticas. La fotografía pasó a ser una tecnología y un fenómeno cultural accesible para todo el mundo.
La fotografía nació como un fenómeno elitista: en 1839 William Henry Fox Talbot, caballero inglés de buena posición, creó el calotipo y, en Francia, el exdirector del Diorama de París, Louis-Jacques-Mandé Daguerre, presentó el daguerrotipo. La producción fotográfica se reservó por aquel entonces a un grupo pequeño de personas capacitadas en el manejo de la máquina creadora de imágenes y el laboratorio necesario para revelar, positivar y fijar la imagen.
Si bien la fotografía como proceso era elitista, su consumo se hizo popular muy rápidamente, debido a un formato muy específico: el retrato. Ya no hacía falta pagar cuantiosos salarios a pintores académicos, ni siquiera recurrir a un humilde retratista de siluetas, porque la fotografía podía crear el retrato perfecto. Aunque el daguerrotipo, al ser una placa recubierta de placa, no podía estar al alcance del gran público.
Empero, un momento fundamental fue el desarrollo de la fotografía impresa a la albúmina, que evolucionó de la placa de vidrio o de metal para convertir a la fotografía en un pedazo de papel. Entonces nace el álbum fotográfico, el álbum familiar. Fue un formato con una popularidad inmensa hasta casi finales del siglo XX: era el gran registro de la imagen doméstica.
A mediados del siglo XIX comienza la masificación fotográfica. Una de las actividades de coleccionismo predilectas era recopilar estampas estereográficas, lo mismo de personajes famosos que de vistas exóticas de países lejanos. Underwood, una de las compañías que publicaban y distribuían vistas esterográficas, producía unas 25.000 copias diariamente y para 1920 se habían vendido más de 300 millones de estereografías (150 Years of Northampton Photography?: The Stereoscopic Cards | Forbes Library Images from the Archives, s. f.).
Otro hito masificador ocurrió en 1854, cuando Eugène Disdéri patenta un procedimiento para crear, al mismo tiempo, entre cuatro y ocho tomas en una sola placa fotográfica que se imprimía a la albúmina: eran las famosas carte de visite. Esto llevó las posibilidades del retrato, que en tiempos del daguerrotipo era relativamente elitista, a esferas inauditas de popularización. Cualquiera -obreros, campesinos, jornaleros-, se podían pagar un retrato.
Es un formato que propulsa a la fotografía en un auténtico producto consumido por la masa en todos los continentes del orbe.
Pero hasta finales del siglo XIX la fotografía era realizada por los fotógrafos profesionales, comparativamente una minoría respecto de su público consumidor, la gran masa. Esto cambiaría con el inicio del siglo XX, cuando George Eastman inventó una cámara accesible para todo el mundo. Se trataba de la Kodak Brownie, fabricada con cartón y una óptica sencilla, que se vendía equipada con un rollo de 100 exposiciones. La máquina era muy barata: costaba un dólar, equivalente al salario que percibía un obrero en una semana. Esto significaba que la cámara fotográfica podía ser el regalo de Navidad perfecto y se vendieron millones de Kodak Brownie, en múltiples modelos y variantes, durante 70 años (Muzdakis, 2021). Esto provocó un alud inédito de fotografías. En todos los hogares, ricos y pobres, había una cámara fotográfica y, desde luego, estampas familiares que se guardaban cuidadosamente en álbumes o que llenaban cajas de zapatos. Se trata de un primer momento en el que el usuario (público) también es el productor, eso que se ha dado en denominar el produser (Bruns, 2009).
El siguiente gran salto fotográfico ocurrió hacia 1994 con la imagen digital. Este nuevo formato simplificó la captura y almacenamiento de fotografías y permitió almacenarlas y trabajarlas mediante computadoras personales. Pero el factor clave para la masificación fotográfica fue la incorporación de cámaras en los teléfonos celulares, en particular del iPhone, presentado en 2007, que combinaba teléfono, conexión a internet y cámara fotográfica. El dispositivo revolucionó a la fotografía.
La proliferación de la fotografía en el siglo XX fue inmensa, pero un siguiente hito hacia la hipermasificación inició en la década de 1990 con el advenimiento de la fotografía digital. Este nuevo formato facilitaba enormemente la creación fotográfica que permitía crear imágenes grabadas en un diskette y luego transportadas a una computadora. Pero esta tecnología sería el precedente para el auténtico dispositivo de masificación fotográfica: el teléfono celular con cámara incorporada. En 2007 Steve Jobs presentó el iPhone de Apple. Era un dispositivo revolucionario que incluía un teléfono, conexión permanente a Internet, y algo que parecía un mero accesorio: cámara fotográfica. Esto último cambiaría radicalmente tanto a la industria de la telefonía como la de la fotografía.
Con el éxito del iPhone surgió su competencia: los celulares con el sistema operativo Android. Cuando surge la plataforma Android, prácticamente todos los fabricantes competidores de Apple adoptan este sistema operativo. Las ventas de teléfonos inteligentes se dispararon y, para 2023, en un mundo habitado por 8.000 millones de habitantes existen casi 17.000 millones de smartphones.
Hoy por hoy, la carta de venta más importante de todos los fabricantes de smartphones no es la velocidad de conexión, la rapidez de los dispositivos o su eficiencia al usar redes sociales; es la cámara fotográfica. O, mejor dicho, las cámaras, pues todos estos dispositivos cuentan al menos con dos: una frontal y otra para hacerse la consabida selfi.
El resultado no se ha hecho esperar: la creación fotográfica deja sin aliento. Solamente en Instagram se suben diariamente 100 millones de imágenes; en el Internet están disponibles
750.000 millones de fotos, pero eso significa que se comparten únicamente el 6% de todas las fotografías tomadas; hoy, el 93% de las fotografías se hacen con teléfono inteligentes y apenas el 7% con cámaras fotográficas. Solamente en 2023 se harán dos millones de millones (2 000 000 000 000) de fotografías y se calcula que en 184 años de historia de la fotografía se han realizado casi 30.000 de millones (30 000 000 000 000) de fotografías.
Y aquí llega el momento de hacer una pequeña comparación entre la diseminación de la fotografía y la publicación de libros. Hoy se calcula que en el mundo hay publicados 156 millones de libros. Ya se cuestionaba Gabriel Zaid el para qué leer o escribir: aún si leemos miles de libros nos quedamos cortos y seguimos siendo ignorantes ante la cantidad de material impreso. Este autor reflexionaba que incluso se escribe más de lo que se puede leer. Y si dialogamos con Zaid entonces habría que preguntarse ¿para qué hacer fotografías? ¿Quién las verá? ¿No estaremos haciendo más fotos de las que jamás vamos a poder ver? Y es que se aplica lo que dice Zaid en Los muchos libros: todos tendrían que escuchar lo que yo quiero decir. Aplicado a la fotografía podríamos decir: todos deberían ver lo que yo tengo que mostrar.
Al inicio de este artículo afirmé que la fotografía es el producto cultural de mayor masificación en la historia. Las cifras que expuesta, así como el proceso histórico que hablan de la masificación de la fotografía ya desde el siglo XIX y comprueban que, efectivamente, no ha habido ningún otro producto cultural (pintura, cine, libros) que se acerque al grado de masificación de la fotografía nunca antes.
Es cierto que se podría decir que nunca se han hecho tantas fotos de la banalidad: el café de la mañana, la selfie... Pero no podemos desestimar tan fácilmente a esta fotografía casual, porque en ella se guarda toda un riqueza social, antropológica, sociológica y cultural inimaginable.
La fotografía como un fenómeno masificado está muy lejos de ser despreciable. Esos 30 millones de millones de imágenes son una huella de nuestra manera de ser, de existir, de percibir el mundo, de cómo nos mostramos a los demás y qué consideramos digno de registrar con nuestras lentes.
Así que, más allá de un tema cuantitativo, la fotografía se convierte en un fenómeno cultural de un enorme valor por las pistas que nos ofrece para comprender, al menos en parte, al ser humano. Si los millones y millones de fotografías que hemos creado nos permiten entendernos mejor como personas, entonces ¡viva la masificación de la fotografía!
ÓSCAR COLORADO NATES
Profesor investigador de tiempo completo en la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, donde funge como Jefe del Departamento de Fotografía y encabeza la Academia de Comunicación y Sociedad. Es Doctor en Ciencias de la Documentación por la Universidad Complutense de Madrid, Maestro en Narrativa y Producción Digital por la Universidad Panamericana. Fundador del Observatorio de Cultura Fotográfica.
(*) Artículo publicado originalmente en Infobae el 13/08/2023
Imagen de portada: la cotidianidad es un significante de nuestra personalidad Foto: Obelisco, Buenos Aires, 2019. ©aldosessa - fotos con celular en galeria Maman 2019