Han Kang: el lenguaje de mil caras

Alejandro Carreño T.

Contenido de la edición 20.10.2024

 

Larga es la historia del Premio Nobel de Literatura que se entrega por primera vez en 1901 al poeta y ensayista francés René François Armand Sully Prudhomme. Y larga es también la lista de escritores que, por "diversas razones", incluso políticas, no fueron considerados por la Academia. Entre ellos Rubén Darío, Marcel Proust, Franz Kafka, León Tolstói, Émile Zola, Henrik Ibsen, Paul Valéry, Benito Pérez Galdós y Jorge Luis Borges, nombres que empalidecen a varios de los galardonados. Pero así funciona la Academia Sueca. En realidad, así funcionan las academias que entregan algún premio literario.

En Chile lo sabemos de sobra. Gabriela Mistral recibe el Nobel en 1945 y seis años después, en 1951, el Premio Nacional de Literatura. ¡Vergonzoso! Pero hoy el mundo literario está feliz. Han Kang lleva por primera vez el Nobel ganado por una mujer a su país, lo sacó de Europa (2018, la polaca Olga Tokarczuk; 2019, el austriaco Peter Handke; 2022, la francesa Annie Ernaux y 2023, el noruego Jon Fosse), y le puso el toque femenino oriental a un galardón que ha sido muy esquivo con las mujeres: solo 18 lo han obtenido desde su creación.

Su literatura, y en esto no hay voces disidentes, es la conjunción de lo sensorial con lo espiritual: "Aquel día en Ui-dong / caía el aguanieve / y mi cuerpo, compañero de mi alma, / tiritaba con cada lágrima derramada" (poema "Negrísima casa de luz" de su libro Stowed Evening in the Drawer, obtenido del sitio Monogatari). Todo el poema es una efervescencia en que la realidad y el laborioso despliegue metafórico, el lenguaje esencial, ilustran una sensibilidad que cubre el cuerpo y desnuda el alma.

"Quería profundizar en las partes más suaves, recordando que somos seres humanos", nos dice Han Kang en una entrevista a Infobae en enero de este año, reproducida por CONTRATAPA. La última estrofa del poema "Negrísima casa de luz" es una ensoñadora recordación de "Aquel día en Ui-dong" cuando su cuerpo "tiritaba con cada lágrima derramada", cuando el aguanieve acaricia una y otra vez la poética memoria del poeta: "El aguanieve, como las puntas de los dedos de la madre, / se amontona en mis cejas / despeinadas / golpea las heladas mejillas y de nuevo / acaricia ese mismo lugar".

No suelo considerar las razones por las cuales la Academia selecciona al galardonado, pero en este caso, lo que sabemos, me hace sentido: "tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma". Y revisando el material literario que circula en los diversos medios y sitios en internet, comparto esta opinión de la Academia. En la citada entrevista de Infobae, Han Kang evidencia en su comentario sobre su novela La clase de griego, publicada en 2011, su preocupación por los valores humanos que la inquietan y que se traducen en su quehacer poético:

"Al escribir esta novela, reflexioné sobre qué aspecto de la humanidad debería explorar. Quería profundizar en las partes más suaves, recordando que somos seres humanos. Deseo no olvidar, especialmente en un mundo tan violento como este". Y los seres humanos tenemos un camino trazado, que ignoramos, de búsquedas incesantes por vericuetos y laberintos. Un camino de sueños y ensueños. Una conciencia de nuestro deterioro y de nuestro fin. "Sigue tu camino", nos dice Kang en el poema que comentamos. Un caminar que no debe detenerse. El poema "Negrísima casa negra" termina con este verso iluminador: "Date prisa y continúa tu camino".

Han Kang es una escritora consciente de la frágil esencia del ser humano, de su conditio sine qua non que no es otra cosa que su deterioro: ¿Cuánto tiempo se quedará el alma junto a su cuerpo? ¿Aleteará como si fuese un pájaro? ¿Agitará el borde de la vela?, nos dice en Actos humanos (2014, novela que narra la masacre que el ejército cometió en su ciudad natal, Gwangju, en 1980). Tal vez por eso su preocupación por querer "profundizar en las partes más suaves", como los personajes de La clase de griego. Ella, que de repente deja de hablar, y él, un profesor de griego antiguo que gradualmente va quedando ciego.

Para ellos la incomunicación, porque el lenguaje se ha quedado atascado en el pensamiento y no puede desplegarse para aprehender el mundo. Y porque él no puede aprehenderlo, aunque podría explicarlo. La realidad, sensible y brutal al mismo tiempo, crea una poética relación en que afloran percepciones, recuerdos y sensaciones que activan otros lenguajes, como el lenguaje del tacto. Tiene razón Marc Peig cuando afirma que dos rasgos son característicos de la escritura de Han Kang: "la búsqueda del impacto y la dureza narrativa por un lado, y la mirada apreciativa y cálida en el otro" (reseña de La clase de griego en Un libro al día: 20 de noviembre de 2023).

"El lenguaje es como una flecha que nunca alcanza el blanco, algo que la confina e incluso le causa heridas", dice Kang a propósito de la protagonista de La clase de griego en la citada entrevista a Infobae. Mas, el lenguaje también es para Kang algo más profundo que la tuvo tiempo sin escribir, pensando que fuese el "síndrome de la página en blanco" que suele afectar a todos los escritores alguna vez. Pero era algo diferente: "El lenguaje es un medio imposible, siempre está fallando, siempre lo he sentido, pero ese año en que no pude escribir lo sentí de forma más intensa: la imposibilidad del lenguaje" (Revista de Libros, El Mercurio, domingo 13 de octubre de 2024).

¿No nos ocurre muchas veces que el lenguaje se niega a reproducir nuestro pensamiento, como nosotros queremos que lo reproduzca? ¿No nos confina también al silencio y nos perturba cuando permanece estancado, como dije, en nuestros pensamientos? En La clase de griego, la novela que le "devolvió" el lenguaje a Han Kang, la escritora describe en sus comienzos la realidad de su personaje femenino que repentinamente perdió la facultad de hablar: "El lenguaje que la aprisionaba y la hería como una prenda de mil alfileres, desapareció de un día para otro". Y las razones son dramáticamente humana y dolorosas.

En Etimologías para sobrevivir al caos (Taurus, 2021), Andrea Marcolongo nos dice que solo el lenguaje "tiene la fuerza y el talento de dar forma a las cosas y de plasmar la realidad". Por eso cuando se traba en nuestros pensamientos, nos deja a la deriva, porque "los límites de mi lenguaje", como dice Wittgenstein, "son los límites de mi mundo". Estos límites del mundo de Kang están presentes en su novela Blanco (2020 en español), una narración autobiográfica en la que la escritora desarrolla la pérdida de su hermana: "Es un trabajo oblicuo asentado en la idea de que el lenguaje falla. Una idea que siempre aparece en su obra" (Revista de Libros, El Mercurio).

En su artículo "La difícil maravilla de las palabras", en el recién citado El Mercurio, María José Navia comenta aspectos relevantes de algunas novelas de Han Kang, enfatizando la dimensión del lenguaje, de lo que el lenguaje y la materialidad de las palabras "son o no son capaces de transmitir". Sobre La Vegetariana (2007), la obra que la catapultó a la fama, nos dice "que las palabras se llenan de espinas". Y en La clase de griego, la mujer que se ha quedado sin voz "escribe sobre las palabras a su alrededor", en cuanto observa al profesor de griego que se está quedando ciego.

La obra de Kang, y en esto al parecer la crítica no reconoce controversias, gira en torno a personajes que luchan contra las limitaciones de su propio lenguaje para describir el mundo e insertarse en él. "Tengo la impresión de que el lenguaje se usa siempre de manera aproximativa, casual, negligente, y eso me causa un disgusto intolerable", nos dice Italo Calvino ("Exactitud", Seis propuestas para el próximo milenio", 1985. Se encuentra en WordPress.com)". En Kang, este lenguaje de mil caras, que hiere, que poetiza, que pregunta, que se traba en el pensamiento, que se pierde, que es brutal, que desconcierta, está presente en toda su obra.

En la citada entrevista a Infobae, así explica Kang la relación entre el personaje femenino de La clase de griego, que ha perdido repentinamente el habla, y el lenguaje: "Ella maneja el lenguaje, siendo este su medio fundamental. Sin embargo, en un mundo irreconciliable, el lenguaje que facilita la comunicación con el mundo y carga de emociones, se desgarra cuando las emociones se desgastan. Ella se esfuerza por superar este silencio y finalmente encontrar el lenguaje. Este libro es, en parte, el proceso de cómo ella recupera el lenguaje". Recuerda "el síndrome de la página en blanco" que la tuvo un año sin escribir".

Hay una realidad que compartimos con la poética de Han Kang, al margen de nuestras raíces culturales. De ahí la universalidad de su escritura. De ahí también la universalidad de su pensamiento sobre el dolor humano que trasciende su literatura y toma sentido en la realidad que vive la humanidad. Su lamento por el dolor que aqueja al mundo hoy: "Deseo no olvidar, especialmente en un mundo tan violento como este". Y su ser poético que la ha consagrado se enlaza con su sentido de lo humano. "¿Es el hombre un ser cruel por naturaleza?", se pregunta en Actos humanos.

Hacer preguntas, ha dicho, "es para mí escribir". Y en Actos humanos, las preguntas laceran. Sacuden al lector: "¿Lo nuestro no fue más que una experiencia normal y corriente? ¿Lo de la dignidad humana es un engaño y en cualquier momento podemos transformarnos en insectos, bestias o masas de pus y secreciones? El que no dejemos de humillarnos, destruirnos y masacrarnos, ¿es la prueba que ofrece la historia acerca de la naturaleza humana?". Tal vez no sea necesario transformarse en nada deleznable para que la dignidad humana no sea más que un engaño. Ni para que el lenguaje, ahora hecho preguntas, remeza la conciencia del lector.

La pregunta no es solo una de las caras de la escritura de Kang que adopta el lenguaje, sino también una concepción de vida de la autora que trasciende su ser e impregna el ser de su obra. En una entrevista a la periodista chilena Vivian Lavín el año 2022, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la escritora declaró que su afán literario se encuentra en la posibilidad de indagar mediante interrogantes: "No busco respuestas, simplemente lo que quiero es hacer preguntas. Hacer esas preguntas que arden y que congelan. Lo que quiero es permanecer en esas preguntas, reflexionar sobre ellas" ("Cultura", El Mercurio, viernes 11 de octubre de 2024)

Para Kang y sus personajes todo gira en torno al lenguaje que se manifiesta como el héroe de las mil caras de Campbell: "El lenguaje es para mí un medio único e importante, pero al mismo tiempo es lo que me hacer sufrir. Porque es un medio imposible, se resbala fácilmente. Yo me aferro fuertemente al lenguaje, pero al mismo tiempo me cansa hacerlo" ("Cultura", El Mercurio). El lenguaje se resbala con facilidad, se escurre involuntariamente por entre nuestros pensamientos sin que podamos controlarlo. Simplemente, se desliza sin más. Por eso es imposible. "Caer, desprenderse o escaparse de donde estaba", nos dice la RAE. Son las jugarretas del lenguaje que Kang las toma muy en serio.

Al concluir estas reflexiones sobre lo leído en torno a Han Kang y los fragmentos de su obra, sus entrevistas y declaraciones de ella misma sobre su narrativa, se me aparece un mundo en que la relación cuerpo-alma es aprehendido desde la perspectiva de un lenguaje multifacético en su construcción semántica de variados matices. Un universo poético-narrativo con una clara consciencia del deterioro de la existencia humana y de la violencia que acompaña las acciones de los hombres, como nos dice en Blanco: "Ella se olvidaba con frecuencia de que su cuerpo (como el de todos nosotros) era una casa de arena. De que había estado y estaba desmoronándose. De que se escurría incansable entre los dedos". Se "escurría incansable entre los dedos" como suele escurrirse el lenguaje del pensamiento.

Pero también una literatura hecha de sueños, ensueños y recordaciones. "Hay recuerdos que no cicatrizan nunca. Pasa el tiempo y la memoria no se difumina, sino que queda únicamente ese recuerdo y todos los demás se van borrando. El mundo se va quedando en tinieblas al irse apagando una a una las bombillas de neón de colores. Sé bien que yo tampoco estoy a salvo", escribe en Actos humanos. ¿No vivimos también de recuerdos, sueños y ensueños que muchas veces nos inquietan, nos deprimen, que nos hacen daño y quisiéramos borrarlos?

Por eso, consecuente con su ser poético y su ser humano, no quiso ningún tipo de celebración por el galardón recibido. Fue su padre, Han Seung-won, también escritor, quien se manifestó: "Me dijo que con la guerra arreciando y gente muriendo cada día, ¿cómo podemos tener una celebración o dar una rueda de prensa?" . Y, aunque él, como padre quería celebrar, Han le pidió que no lo hiciera: "Por favor, no lo celebres mientras están ocurriendo estas tragedias". Y recordé este pasaje de su entrevista a Infobae a propósito de su novela La clase de griego: "Al escribir esta novela, reflexioné sobre qué aspecto de la humanidad debería explorar. Quería profundizar en las partes más suaves, recordando que somos seres humanos. Deseo no olvidar, especialmente en un mundo tan violento como este".

Su sencillez, su humildad, su coherencia humana y poética se resumen en esta frase: "Después de esta llamada me gustaría tomarme un té, yo no bebo alcohol. Voy a tomar un té con mi hijo y lo celebraré de forma tranquila". Tal como ella lo dice en su novela La Vegetariana:

"La belleza de la simplicidad radica en su pureza, en su renuncia a las tentaciones mundanas".

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile) 

 

Ilustración: The Nobel Prize/Niklas Elmehed


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2024-10-20T18:37:00