Laurencia: la honra en Fuenteovejuna
Contenido de la edición 06.10.2022
En su clásico Arte Nuevo de hacer comedias (1609), Lope de Vega se refiere a la honra en estos versos definitorios para el desarrollo del concepto en todo el teatro del Siglo de Oro: "Los casos de honra son mejores, / porque mueven con fuerza a toda gente". Fuenteovejuna, una de las obras emblemáticas del Teatro Clásico Español, escrita entre los años 1612 y 1614 y publicada, de acuerdo con la base de datos de la Universidad de Valencia en español, en 1619, es uno de los textos cuya trama gira en torno a la honra del personaje central, que no es de la nobleza y tampoco un hombre, sino una mujer y villana. Una villana, además, que liderará la rebelión del pueblo de Fuenteovejuna contra la tiranía representada por Fernán Gómez de Guzmán, comendador mayor.
El conflicto dramático se genera, entonces, en el enfrentamiento de dos personajes radicalmente opuestos: la villana y el comendador. Conceptos que merecen una aclaración, pues pueden derivar en una lectura anfibológica que confunda al lector. Con todo, y previo al análisis de "villana" y "comendador", se hace imprescindible dilucidar el término generador del conflicto: "honra". ¿Qué se entiende por "honra"? La RAE presenta cinco definiciones de "honra", de las cuales rescatamos dos: "Estima y respeto de la dignidad propia" (primera); "Pudor, honestidad y recato de las mujeres" (cuarta). Fuenteovejuna es un caso de honra. Y un caso de honra, nos dice la RAE, es un "Lance en que está empeñada la reputación personal". Y "lance", siguiendo con la RAE, aplicado al poema dramático u otro análogo o la novela, es un "suceso, acontecimiento, situación interesante o notable". Es decir, Fuenteovejuna es la puesta en escena de un acontecimiento notable en el que ha sido ultrajada la honra personal. Ya vimos que para Lope los "casos de honra son mejores, porque mueven con fuerza a toda la gente".
La palabra "villano" suele leerse como alguien ruin, indigno o que no tiene decoro (así lo entiende la mayoría de la gente y también mis alumnos). Pocos asocian el concepto referido a alguien rústico o descortés. Menos aún son los que lo relacionan con un habitante de una villa o aldea, opuesto a la condición de noble o hidalgo.
Laurencia es una villana, una labradora de Fuenteovejuna. En su excelente libro Historia del Teatro Español, Alianza Editorial, 1967, Francisco Ruiz Ramón comenta que al villano le "caracteriza la conciencia de su propio valer, de su dignidad como persona, que fundamenta en su limpieza de sangre". Federico Sainz de Robles, en su conocido Ensayo de un Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos (Aguilar, 1969), entrega como primer sinónimo de "honor" el término "honra". Sin embargo, Lope de Vega habla de los "casos de honra" y no de los "casos de honor", y así se reconoce en el teatro del siglo XVII. Es importante, en consecuencia, analizar la relación habida entre ambos conceptos para una comprensión acabada del papel protagónico que cumple Laurencia en la obra y su trascendencia para el desenlace. El honor, señala Ruiz Ramón, es "calidad valiosa, objetivada en tanto que dimensión social de la persona". El honor es (dimensión ideal) y permanece íntegro aunque esté amenazado. La persona, en consecuencia, para ser aceptada por la comunidad que habita, debe preservar su honor, mantenerlo inmaculado (su dimensión social). Cuando el honor ha sido mancillado se convierte en un "caso de honra".
La honra, señalan Rogelio Reyes Cano y Eva María Reyes Pérez en la Introducción a El Caballero de Olmedo y La vida es sueño (Biblioteca Hermes. Clásicos Castellanos, 1998), "solo es operante en cuanto goza de reconocimiento social". La pérdida de ese reconocimiento genera no solo un conflicto individual, sino una ruptura de la armonía social, pues significa tácitamente la expulsión de esa comunidad, la marginación moral del sujeto". Con todo, ¿puede una villana, una simple labradora, erguirse como protagonista de una historia en la que el honor, su honor, ha sido maculado por un todopoderoso como lo es el comendador? ¿Puede una labradora romper con esa armonía social? Durante el siglo XVI el villano no era más que un personaje de comparsa, para completar el reparto, como diríamos hoy, sin ninguna trascendencia ni en el desarrollo de la trama ni menos en su desenlace. Pero en el siglo XVII, a partir de Lope de Vega, lo popular representado por el mundo rural, adquiere ribetes protagónicos en el teatro español. Al respecto, Reyes Cano y Reyes Pérez, en su citada Introducción, declaran: "Ya en el teatro español del siglo XVI aparecían campesinos, pastores y labriegos dentro de la trama, pero no pasaban de ser meras comparsas. Fue Lope de Vega el que concedió verdadera dignidad al personaje y lo convirtió en sujeto de honra, consciente de su propio valer y de su alta función social y moral".
Laurencia representa un liderazgo inusitado para la época, más todavía tratándose de una villana. Un liderazgo que se lo quisieran muchas mujeres del siglo XXI, tan preocupadas de su imagen en los medios y redes sociales, en vez de una auténtica lucha por la valoración femenina en la sociedad. El liderazgo de Laurencia es uno de los polos del eje dramático de Fuenteovejuna, y comienza a plantearse ya en los comienzos de la obra, específicamente en la escena III del Primer Acto (Plaza de Fuenteovejuna), diálogo de Laurencia con Pascuala, otra villana. Habla Laurencia: "Pues en vano es lo que ves / Porque ha que me sigue un mes, / Y todo, Pascuala, en vano [...]. Soy, aunque polla, muy dura / Yo para su reverencia". El hilo dramático de Fuenteovejuna comienza a tejerse en esta escena, que evidencia con meridiana claridad la negación de Laurencia de ceder a los acosos del comendador. Una lucha de David contra Goliat. Pero no olvidemos que David venció a Goliat. Laurencia ama a Frondoso, otro labriego de la aldea y se casará con él. Es el momento de detenernos en la figura del comendador, la importancia de su papel para el desarrollo del conflicto dramático y su relación con la fuente histórica del texto lopesco.
El comendador es un poderoso cuyo poder se encuentra inmediatamente bajo el poder del rey. Puede ser un príncipe, un duque, un marqués, un capitán o maestre, como lo es el comendador mayor de la villa de Fuenteovejuna, "inmediatamente inferior a la de maestre", es decir, "Superior de cualquiera de las órdenes militares", como nos dice la RAE, que es en definitiva lo que significa "maestre". El papel que cumple el poderoso en el desarrollo de la acción dramática es fundamental, pues debe velar, como representante del rey que es, por el orden y la justicia social. "Su misión es honrar", señala Francisco Ruiz Ramón. Cuando esta misión no se cumple, continúa el autor, "actúa en el drama como fuerza destructora de la armonía superior que debe regir la relación del mundo de la nobleza con el mundo del pueblo, del señor con el vasallo". Pero Fernán Gómez de Guzmán ha tomado posesión de la villa de Fuenteovejuna no para honrar a sus vasallos, sino para deshonrarlos, y su empecinamiento por poseer a Laurencia se desvenda en la escena VII del Primer Acto: "Esperad vosotras dos", habla el comendador. "¿Habla contigo, Pascuala?", le pregunta Laurencia. "Con vos hablo, hermosa fiera. / Y con esotra zagala. / ¿Mías no sois?", evidenciando que los vasallos son propiedad del señor. A lo que responde Pascuala: "Sí, señor; / Mas no para cosas tales". Las intenciones del comendador quedan reflejadas en estas palabras que dice a su criado Ortuño: "Si entraren, Ortuño, cierra". La honra pende del umbral de la puerta de la casa del comendador.
La figura de Laurencia alcanzará las características de la heroína clásica luego de su rapto por parte del comendador, en el momento en que se celebraba su boda con Frondoso. Lope termina el segundo acto con esta escena, y prepara el escenario para el discurso de Laurencia y la rebelión de Fuenteovejuna: "Si le das porque es mi padre, / ¿qué vengas en él de mí?", le dice Laurencia a Fernán Gómez que golpea a Esteban, alcalde y padre de la labriega rebelde. Como respuesta, el comendador ordena su rapto: "Llevadla, y haced que guarden / su persona diez soldados" (ambos diálogos corresponden a la escena XVII del Segundo Acto). En la segunda escena del Acto III, en la Sala del Concejo se discuten las acciones que han de tomarse en contra del comendador. Esteban anticipa el papel que tendrán los Reyes Católicos en el desenlace de la obra: "El rey solo es señor, después del cielo, / y no bárbaros hombres inhumanos. / Si Dios ayuda nuestro justo celo, / ¿qué nos ha de costar?". Fernán Gómez debiera ser la armonía que vincula el poder monárquico con el pueblo, armonía que se sustenta en la honra de los hombres y mujeres de su villa. Pero no lo es, "es la fuerza destructora de la armonía superior" de la relación señor-vasallo, como muy bien lo señala Francisco Ruiz Ramón. Esta fuerza destructora que deshonra la nobleza y socava la autoridad real, hallará en Laurencia, golpeada y abusada, la fuerza opositora que se sustenta en la honra perdida que necesita ser recuperada con la muerte del tirano, para que la normalidad social vuelva a reinar en la villa.
La escena tercera con Laurencia en la Sala del Concejo, y su monólogo de dardos punzantes contra los hombres de Fuenteovejuna, comenzando por su propio padre, es uno de los discursos más severos del Teatro Clásico Español pronunciados por una mujer en contra del valor de los hombres: padre, hermano o marido, en su condición de protector de la honra de las mujeres, que busca remecerlos, precisamente, para que cobren en la sangre del comendador su propia honra perdida: "Ovejas sois, bien lo dice / de Fuenteovejuna el nombre. / Dadme armas a mí [...] / Liebres cobardes nacistes; / bárbaros sois, no españoles. / Gallinas, ¡vuestras mujeres / sufrís que otros hombres gocen! [...] / hilanderas, maricones, / amujerados, cobardes [...]". Laurencia ha dejado preparado el horno para los bollos de la venganza. Su liderazgo femenino, de mujer golpeada, humillada y abusada, despojada de su honra, en medio de hombres adormecidos que discuten qué hacer ante la tiranía del comendador, zamarrea la conciencia y dignidad de Fuenteovejuna, que en masa se dirige a la casa del comendador para cumplir el destino dramático que Lope les ha impuesto. Destino dramático que encuentra en los Reyes Católicos el fundamento histórico para perdonar el crimen de un noble a manos de villanos. Efectivamente, la "nobleza medieval, tiránica y guerrera" fue sustituida "por otra nueva nobleza de corte, domesticada y amansada". La medida adoptada por Fernando e Isabel fortaleció "el espíritu de libertad de los campesinos castellanos, leoneses o asturianos", que se inclinaron por la tutela de la Corona alejándose del sometimiento señorial representado por la nobleza medieval. "Ya vasallos del rey, se sentían más libres" (las citas corresponden al Estudio Preliminar de Nöel Salomon "Los villanos de Fuente Ovejuna", edición de Donald McGrady, publicado por Editorial Crítica en 1993.
La escena tercera se cierra con el llamado directo de Laurencia a las mujeres de la villa: "Caminad: que el cielo os oye. / Ah mujeres de la villa! / ¡Acudid, porque se cobre / vuestro honor, acudid todas!". De esta escena a la octava, cuando muere el comendador, la acción dramática se encuentra salpicada de referencias a los Reyes Católicos que son, en definitiva, quienes decidirán el destino de sus habitantes. La intencionalidad de Lope se hace evidente. Él es un monárquico y asume como tal el punto de vista de la Corona que Fuenteovejuna quiere como señor: "¡Los reyes nuestros señores / Vivan!" (Mengo, escena III); ¡Vivan Fernando y Isabel, y mueran los traidores!" (Mengo, escena VI); "¡Fuenteovejuna! ¡Viva el rey Fernando!" (Todos, escena VII); "Nuestros señores son los Reyes Católicos" (Todos, escena VII); "¡Fuenteovejuna, y viva el rey Fernando!" (Todas, escena IX). Lope deposita en la conciencia colectiva de Fuenteovejuna la imagen de la Corona como detentora de la justicia y equilibrio entre la nobleza y los villanos. Solo así se comprende el alzamiento de la villa contra el tirano y su muerte. Rebelión y muerte que Flores, criado de Fernán Gómez, en su condición de tal, le advirtió a su señor sobre las consecuencias de un pueblo indignado: "Cuando se alteran los pueblos agraviados, y resuelven, / nunca sin sangre o sin venganza vuelven" (escena VI). "En Lope iban inseparables las ideas corona y pueblo. Fuenteovejuna sella la alianza ideal entre los reyes y los trabajadores" (Nota Preliminar a Fuenteovejuna en Lope Félix de Vega y Carpio, Obras Selectas, Tomo I, Estudio preliminar, biografía, bibliografía, notas y apéndices de Federico Carlos Sáinz de Robles, Aguilar, México, 1991).
La muerte del comendador y el perdón de los Reyes Católicos al pueblo de Fuenteovejuna, responden a los principios lopescos "pueblo-monarquía" sobre los cuales construyó su extensa obra dramática. De hecho, las fuentes históricas sobre el episodio "Fuenteovejuna", presentan dos juicios diferentes sobre la figura del comendador. Uno corresponde a Alfonso Fernández de Palencia, contemporáneo de los hechos acaecidos en 1476 en la villa de Fuenteovejuna (el pueblo mata al comendador Fernán Gómez por su conducta violenta y deshonesta), que asume en su Crónica la defensa del comendador juzgándolo fiel a los Reyes Católicos. El segundo corresponde a Francisco de Rades y Andrade, en su Chrónica de las tres órdenes y Caballerías de Santiago de Calatrava y Alcántara, publicada 1572, que presenta a Fernán Gómez como un mal señor y desleal con la Corona (usamos el ensayo del estudioso de Lope, Rinaldo Flordi Introducción a Lope de Vega Fuenteovejuna (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002). Evidentemente Lope asume en su obra la versión de Rades y Andrade, pues presenta a Fernán Gómez atacando Ciudad Real, reducto de los Reyes Católicos y siendo un comendador violento y deshonesto. Esta conducta indeseable del comendador se opone al espíritu libertario y honesto de los campesinos de Fuenteovejuna quienes, aunque reconocen la autoridad de Fernán Gómez no están dispuestos a despojarse de su honra para satisfacer sus demandas indecorosas, lo que en definitiva llevará al inevitable enfrentamiento que terminará con la muerte del tirano.
La muerte de Fernán Gómez a manos de los villanos tendrá consecuencias. Fuenteovejuna se prepara para la investigación que ordenarán los Reyes Católicos: "Los reyes han de querer / averiguar este caso" (Acto III, escena XIII), dice Esteban, alcalde de Fuenteovejuna y padre de Laurencia. En la misma escena Esteban declara: "Morir diciendo: "Fuenteovejuna, / y a nadie saquen de aquí". A lo que Frondoso responde "--Es el camino derecho, / Fuenteovejuna lo ha hecho". La muerte del comendador confirmará los principios lopescos a que aludíamos. Por un lado, el rey le encomienda a un juez que investigue con rigor lo sucedido; después de todo, se trata del asesinato de un noble, su representante en Fuenteovejuna. Lope deja que sean personas débiles por su naturaleza quienes sean sometidas a un torturante interrogatorio: Esteban, hombre viejo y padre de Laurencia, un niño, Mengo y Pascuala, labradores de la aldea (escenas XVII, XVIII y XIX). De otro lado, el pueblo sometido a un intenso e impiedoso interrogatorio que tendrá como respuesta el honor de su gente: ¡Fuenteovejuna lo hizo!
Los Reyes perdonan a Fuenteovejuna y entienden que, ante el abuso del comendador, su muerte se justifica: "Pues no puede averiguarse / el suceso por escrito, / aunque fue grave el delito, / por fuerza ha de perdonarse. / Y la villa es bien se quede / en mí, de mí se vale, / hasta ver si acaso sale / comendador que la herede" (última escena). Los Reyes se muestran como monarcas justos y el pueblo recupera la honra perdida a manos del Comendador.
Los principios lopescos "pueblo / monarquía", se han cumplido.
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista" (Chile)
Imagen: Compañía Nacional de Teatro Clásico (España)