Libros prohibidos
Alejandro Carreño T.
Contenido de la edición 23.02.2024
En la Segunda Parte del Quijote, capítulo III, Cervantes dice: "No hay libro tan malo que no tenga algo de bueno". Muchos siglos antes, Plinio el Viejo, que vivió entre el 23 y el 79 de nuestra era cristiana, reflexionaba sobre el libro: "Ningún libro es tan malo, que bajo ningún aspecto, no tenga algo de útil". Opiniones ilustres como estas no han servido de mucho para evitar la censura de los libros o parte de ellos, así como el castigo a sus autores, incluso con la muerte. Pareciera ser que hay en el espíritu humano el secreto placer de aplicar su potestad en la prohibición del pensamiento, porque eso es un libro, la expresión de un pensamiento que se manifiesta libremente mediante diversas formas.
La Edad Media, por ejemplo, fue generosa en la prohibición de libros y persecución de sus autores. El Índice, cuyo principio se encuentra en un pasaje de los Hechos de los Apóstoles en el que los "malos libros eran destruidos", según leemos en la excelente obra de Frédéric Barbier, Historia del Libro, publicado por Alianza Editorial, 2005, era el órgano censurador (en este link que tomamos del medio biobiochile.cl, y recuperado por el sitio Memoria Chilena, se encuentra uno de los índices de libros prohibidos del siglo XVIII "para todos los Reynos y Señoríos del Católico Rey de las Españas, el Señor Don Carlos IV.
El primer Index librorum prohibitorum, publicado por la Inquisición bajo el pontificado de Pablo III en 1549, fue el más represivo. Contenía cerca de mil textos divididos en tres tipos: 1. Autores no católicos totalmente prohibidos; 2. Títulos prohibidos, una lista con ediciones prohibidas de la Biblia y una lista de 71 libreros impresores (60 en Alemania y en Suiza, cuya totalidad de su producción es puesta en el Index); 3. Categoría de obras prohibidas si no están debidamente autorizadas por la Iglesia. "La lectura de la Biblia en latín vulgar exigía en principio una autorización explícita, que no sería concedida ni a las mujeres ni a las personas que no sabían latín" (Historia del Libro). Tiempos difíciles para el pensamiento y el libro fue este de la Edad Media que se prolongó en el tiempo. Autores como Maquiavelo (El Príncipe, 1532), François Rabelais (Pantagruel y Gargantúa, 1534), Boccaccio (Decameron, 1353) fueron prohibidos. Autores cuyas obras representaron significativa influencia en el pensamiento y la literatura, pero que al mismo tiempo incomodaron al poder absoluto que representaba la Iglesia en el mundo de la política y de la cultura.
Erasmo fue otro de los autores censurados por el poder eclesiástico a través de su totalitaria y nefasta Inquisición. Se educó en internados de rígidos métodos disciplinarios y desarrolló, por lo mismo, un verdadero sentimiento de rechazo por la autoridad, porque impedían el pensamiento libre. Sentimiento que se proyectó también hacia la iglesia. Naturalmente se opuso a cualquier acto autoritario y volcó su mirada hacia los clásicos griegos y latinos. En 1503 escribe Enchiridion militiis christiani, conocido como Manual del caballero cristiano, llamado también La daga de Cristo. Es el primero de sus libros más importantes. No obstante, su obra más conocida es Elogio de la locura, de 1511. En el prólogo de la obra editada por Zeus en 1968, y que incluye Introducción a la sabiduría y Epistolario, leemos: "es una sátira en llaga viva, en la que la misma Locura se burla de la falsa religiosidad y otras ideas y sentimientos enfáticamente mantenidos por aquellos que en realidad los escarnecen: el amor, el patriotismo, la ciencia [...]. Es Una crítica feroz de la vida cortesana, de todo aquello que escarnece la rectitud, la sinceridad, la tolerancia, el verdadero amor a Dios y a todos los hombres y cuanto por Él ha sido creado".
Un breve párrafo de Elogio de la locura nos permitirá apreciar la mordacidad crítica con que el autor se refiere a la iglesia y la condena de esta como consecuencia del sarcasmo del relato: "Pero los príncipes no son los únicos que llevan una vida agradable: los papas, cardenales y obispos, desde hace mucho tiempo hacen todo lo posible por imitarles y casi diría que han llegado a superarles". Y, ¿cómo es la vida de estos príncipes?: "Duermen hasta el mediodía. Luego las cartas, los dados, el ajedrez, juegos de azar, bufones, mujeres, bromas, y alguna buena libación de vez en cuando les ocupa toda la tarde". Pero dejemos este periodo medieval y los inicios del Renacimiento, que comienza a vivir el despertar de la revolución cultural que hará del hombre la figura central del quehacer humano, desplazando el teocentrismo de la Edad Media, sin que ello signifique la pérdida del poder de la Iglesia y la Inquisición que se proyectarán por varios siglos más, y vayamos a nuestra América Latina cuando ella aún es dominada por la monarquía española.
En México se publica la primera novela del continente: El Periquillo Sarniento, de José Fernández de Lizardi. Es 1816. Entre febrero y julio de este año editaron los tres primeros tomos de la novela. El 3 de octubre de 1816 el autor solicitó el permiso definitivo para publicar el cuarto tomo. El 19 de octubre el censor Felipe Martínez dio la siguiente sentencia: "Excmo. Sr. He visto y reconocido el cuarto tomo del PERIQUILLO SARNIENTO: Todo lo rayado al margen en el capítulo primero en que habla sobre los negros, me parece sobre muy repetido, inoportuno, perjudicial en las circunstancias e impolítico por dirigirse contra un comercio permitido por el rey: igualmente las palabras rayadas al margen y subrayadas en el capítulo tercero deberán suprimirse: por lo demás no hallo cosa que se oponga a las regalías de S. M. para que se imprima -México, 19 de octubre de 1816- Martínez" (cito por mi ensayo publicado en CONTRATAPA el 27 de agosto de 2021: "Fernández de Lizardi: censura y cárcel entre El Periquillo Sarniento y el Pensador Mexicano"). De la censura religiosa a la censura política, el libro y sus autores han estado expuestos a la destrucción, el encarcelamiento y la muerte.
La novela latinoamericana nace censurada y de tiempo en tiempo el peso de su origen se deja caer con todo el rigor del fanatismo y la estulticia de la irracionalidad del poder. Así ocurrió con El Señor Presidente, la novela clásica del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias: "Se prohibió en Guatemala durante muchos años. El propio Asturias sostiene que el sucesor de Estrada Cabrera, Jorge Ubico Castañeda, otro dictador sanguinario que estuvo en el poder desde 1931 a 1944, así lo determinó porque su predecesor "era mi señor presidente", lo que representaba un peligro para él también, puesto que Estrada Cabrera pasó los últimos tres o cuatro años de su vida en una celda, según cuenta el propio autor al crítico literario Luis Harss en Los Nuestros. La novela comenzó a escribirse en 1922, cuando termina el ciclo de Estrada Cabrera, y culmina en 1933 en París. Pero su publicación demoró 13 años, pues la censura dictatorial lo impedía. Por eso, la primera publicación de la novela es en México en 1946, y pagada por el propio Asturias, pues las editoriales se negaban a publicarla por razones de seguridad. Es una edición que presenta muchísimos errores tipográficos, los que fueron corregidos solo en la tercera edición publicada en Argentina en 1952, por la editorial Losada.
Por este recorrido brevísimo y desordenado por la historia del libro prohibido y sus autores, viajemos ahora a la Europa del siglo XX. George Orwell y sus novelas 1984 (1949) y Rebelión en la granja (1945). De 1984 se dijo que era una distopía, pero no es así. La novela es pura constatación de una vivencia política enmarcada en la ironía atroz de un régimen totalitario muy vigente en varios lugares del mundo del siglo XXI. 1984 no es la proyección de ninguna ficción, pues Orwell la sintió en carne propia en su desencanto de la doctrina soviética y de las otras doctrinas totalitarias surgidas durante la guerra, como el fascismo. Basta recordar que Rebelión en la granja es una idea de 1937 cuya redacción terminó en 1943, pero el libro anduvo de un editor en otro buscando su impresión. Uno de ellos estaba decidido a publicarlo, pero entregó la siguiente respuesta para no hacerlo, según se lee en Libertad de Prensa, el ensayo escrito por Orwell y que sería el prólogo del libro: "Me refiero a la reacción que he observado en un importante funcionario del Ministerio de Información con respecto a Rebelión en la granja. Tengo que confesar que su opinión me ha dado mucho que pensar... Ahora me doy cuenta de cuán peligroso puede ser el publicarlo en estos momentos porque, si la fábula estuviera dedicada a todos los dictadores y a todas las dictaduras en general, su publicación no estaría mal vista, pero la trama sigue tan fielmente el curso histórico de la Rusia de los Soviets y de sus dos dictadores que sólo puede aplicarse a aquel país, con exclusión de cualquier otro régimen dictatorial".
El libro, ya lo dijimos, es una de las formas que tienen los hombres de expresar libremente su pensamiento. Es un torrente de acción y reflexión; de lirismo y emoción; de realidades inventadas y verdades que nadie quiere oír, que fluye por entre sus páginas para conmover las almas y remecer las conciencias porque, como dice Orwell en el citado ensayo Libertad de prensa: "Si la libertad intelectual ha sido sin duda alguna uno de los principios básicos de la civilización occidental, o no significa nada o significa que cada uno debe tener pleno derecho a decir y a imprimir lo que él cree que es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse por los mismos inequívocos caminos". Pero las conciencias absolutistas, totalitarias, sufren con exceso de libertad y no quieren escucharla: No comprenden o no quieren comprender que la libertad de expresión, como lo dijo el propio Orwell al final de su citado ensayo: "es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír".
Las razones por las cuales se prohíbe o censura un libro son, como hemos visto, fundamentalmente políticas o religiosas. Pero hay otras que pueden resultar estultas y contradictorias y no resisten el más mínimo análisis. Alicia en el país de las maravillas, por ejemplo, cuya desbordante imaginación se encuentra en el centro de la prosopopeya ontológica que mueve el relato mediante el diálogo entre animales y objetos inanimados, fue censurado en la provincia de Hunan, porque, para el gobernador, general Ho Chin, los animales no pueden usar lenguaje humano: "Osos, leones y otras bestias no pueden usar lenguaje humano, y atribuirles a ellos dicho poder es un insulto a la raza humana". La cita aparece en el diario The Straits Times, de 1931, que tituló así la noticia: "Historias de animales que hablan no gustan en Hunan". El periódico fue hallado por el escritor español Diego Arboleda, autor de Prohibido leer a Lewis Carroll, que rastreó la información en la hemeroteca de Singapur, y nosotros nos documentamos en el artículo "Los animales no hablan chino", de Alberto Medina López, publicado en El Magazin Cultura, del 6 de octubre de 2020. Prohibir un libro de vuelos imaginativos deslumbrantes como Alicia en el país de las maravillas, en un país cuya literatura alucina con la riqueza de sus cuentos folclóricos (solo mencionaré tres libros que tengo en este momento en mis manos, publicados por Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing: La Princesa Pavo Real. Cuentos Populares Chinos, 1981; La Serpiente Blanca, 1981 y Lucha contra el rinoceronte por la perla, 1987), no solo resulta contradictorio, sino que, además, ilustra un autoritarismo intelectualmente decadente.
"Quando, durante as nossas paradas mais longas, eu ficava descansando, após uma manhã particularmente violenta na cama, e, levado pela bondade do meu coração aquietado, permitia que ela - oh indulgente Hum! -- visitasse o jardim de rosas ou a biblioteca infantil [...]". O texto citado es un pasaje del capítulo 2 de la Parte II de Lolita (1955), la censurada novela de Vladimir Nabokob, publicada por Abril Cultual en 1981. Editada por Olympia Press, editora especializada en libros pornográficos, lo que ignoraba Nabokov, la novela fue prohibida en Francia e Inglaterra. De hecho, cuando el editor del Sunday Express dijo que era "el libro más sucio que había leído", en 1955 el Home Office retiró todas las copias argumentando de que era pornografía. Los franceses lo prohibieron al año siguiente. Es, evidentemente, una censura moral, como las hay muchas en la historia de los libros prohibidos, a la que Nabokov respondió en una carta escrita a Maurice Girodias, dueño de Olymplia Press, el 10 de marzo de 1957: "My moral defense of the book is the book itself. I do not feel under any obligation to do more [...] On the ethical plane, it is of supreme indifference to me what opinion French, British or any other courts, magistrates, or philistine readers in general, may have of my book". (fragmento en el sitio Nota del Traductor. Lenguas, literatura y traducción https://notasdelostraductores.wordpress.com/).
Sin duda, en la época del Sunday Express había muchísimos libros realmente sucios para sus parámetros. En Lolita, si bien es cierto la historia es el relato de un hombre maduro que se relaciona sexualmente con una adolescente de 12 años, su hijastra, en ninguna parte de la narración se encuentra alusión alguna al acto sexual explícito o la utilización de términos pornográficos. Los estudiosos de la obra de Nabokov han visto la génesis de Lolita en el caso Sally Horner, la chica de 11 años secuestrada por Frank La Salle, mecánico de 50 años, de acuerdo con la investigación de la escritora Sarah Weinman en su libro The Real Lolita: the kidnapping of Sally Horner (El Universal, 18 de septiembre de 2018), lo que fue negado rotundamente por el autor, según se lee en el medio citado: "Lolita nunca tuvo un original. Nació en mi mente, nunca existió", en declaraciones a la BBC el año 1962. Por su parte, el académico ruso Alexandeer Dolinin, en 2006, experto en Nabokov, señaló algunas similitudes entre Sally Horner y el personaje de Lolita: "ambas eran morenas, hijas de madres viudas, fueron secuestradas casi a la misma edad y retenidas con los mismos métodos. Además, el personaje de Humbert en "Lolita" decía arriesgar una condena 35 años de cárcel por violación, pena idéntica a la que recibió La Salle".
Cada libro prohibido tiene su propia historia, más o menos intrincada y escabrosa, que escribió su propio capítulo en esta verdadera Historia Universal del Libro Prohibido que revela cómo, a lo largo de los tiempos, la naturaleza humana se ha solazado, por las razones que fuesen, enviando a la hoguera libros, hombres y pensamientos, sin comprender, como dijo George Bernard Shaw, que "La primera condición del progreso es la eliminación de la censura". Si hasta al pobre Alonso Quijano le quemaron su biblioteca, culpándola de que le había secado los sesos (Quijote, Primera Parte, Capítulo VI). "Hay más de una manera de quemar un libro. Y el mundo está lleno de gente corriendo con fósforos encendidos", sentenció una vez Ray Bradbury. Lo sabemos.
Pero, si le creemos a Sigmund Freud, debemos sentirnos felices con el progreso de nuestra humanidad pues, "Hoy solamente quema libros, siglos atrás me hubieran quemado a mí".
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile)