Los cuentos populares rusos en la tradición literaria de lo fantástico y lo maravilloso
Contenido de la edición 20.11.2024
El libro que tengo en mis manos, Cuentos Populares Rusos, hacía tiempo que adormecido me susurraba desde una de las estanterías de mi biblioteca. Es una bella edición de Editorial Ráduga, de Moscú, de 1987, con laboriosas y poéticas ilustraciones de A. Kurkín. Son 42 cuentos folclóricos que responden a la edición de 1873 preparada por Alexandr Afanásiev.
En la contratapa y a modo de "presentación", el doctor en ciencias filológicas V. Anikín, escribe: "Afanásiev salvó del olvido con su edición, para transmitirlas a las generaciones venideras, valiosísimas obras del arte popular. Los cuentos conservaron toda la riqueza de su imaginación, la lozanía de los sentimientos morales populares y la brillantez de su estilo poético". Pero también utilizaremos para este ensayo la edición digital Cuentos populares rusos, Alexandr Afanásiev, que contiene varios cuentos diferentes a la edición de Ráduga y que, sin duda, ampliarán para el lector el horizonte de estos cuentos populares. Son relatos en los que predomina lo mágico, lo fantástico como construcción de mundo, cuyos personajes, inanimados o no, adquieren todas las formas del sueño y del ensueño, a través de viajes y metamorfosis que trascienden la historia misma, para convertirla en lo imaginario-poético propio de los cuentos populares.
Cuentos Populares Rusos sigue este patrón de construcción de mundo sobrenatural que convive con el mundo de la cotidiana realidad, como el relato "La princesa encantada" (pp. 80 a 86), una historia en la que confluyen diversos elementos del cuento maravilloso como el encantamiento de la princesa convertida en un animal y su desencantamiento, con que se abre la narración; el sueño forzado del héroe provocado por espíritus malignos que lo tienen seis meses durmiendo, y despierta en un reino lejano llevado por un torbellino que aparece cuando la princesa lo maldice por no despertar, y desea que el viento se lo lleve: "Así, necio lirón, que te lleve el viento a tierras desconocidas"; la presencia de la naturaleza encantada como semillas y vientos, los elementos mágicos que traerán nostalgia a más de algún lector, como "un tapiz volador, unas botas de siete leguas y un gorro que hace invisible a quien se lo pone". La alfombra voladora, la mágica alfombra de los cuentos árabes e indios, que llega hasta nosotros a través de Las mil y una noches, en 1704, en la primera publicación europea, con el primero de los seis volúmenes del orientalista francés Antoine Galland, y la historia del Rey Salomón que recibe de la Reina de Sabas la alfombra mágica que lo lleva a él, a su séquito y a sus espíritus. La verde alfombra era protegida del sol por un dosel de pájaros. También el clásico Mark Twain se encantó con las alfombras voladoras en La visita del capitán Stormfield al cielo, el cuento que fue su última publicación en 1909, aunque ya había aparecido en el Harper's Magazine en diciembre de 1907 y enero de 1908.
La princesa encantada
Pero "La princesa encantada" nos desarrolla también el tema clásico de la bota de siete leguas que Charles Perrault narra en su famoso cuento "Pulgarcito", publicado en 1697 en la colección de Cuentos de Mamá Oca o Cuentos de Mamá Ganso. "Pulgarcito" no requiere de ninguna explicación. Tampoco el símbolo del hombre invisible que, en la historia que comentamos, el ser invisible le permite al héroe beber y comer lo que quisiese: "bajaba a la ciudad, entraba a una tienda y tomaba allí lo que le venía en gana. Luego volvía a montar en el tapiz y seguía volando". Para el lector, con certeza, la imagen del hombre invisible que se le aparece de inmediato es el de la novela de Herbert George Wells El hombre invisible, publicada originalmente por entrega en la revista Pearson's Magazine en 1897 y luego como libro ese mismo año. Para Jorge Luis Borges, la historia "no es, como podría parecer, una mera arbitrariedad fantástica; corresponde a la angustia de la soledad y por eso tiene una fuerza especial", puesto que Wells, nos comenta Borges, "Tenía a veces la convicción de que todos los hombres lo perseguían" (Conferencia "La Literatura fantástica" dictada por Borges el 7 de abril de 1967 en la inauguración del Centro Cultural Escuela Camillo y Adriano Olivetti. Esta conferencia, ampliada, el lector podrá escucharla aquí.
Si en "La princesa encantada" es un gorro el elemento mágico, en el mito de Giges, que Platón menciona en el Libro II de la República es el anillo el objeto mágico: "Giges se asombró y luego, examinando el anillo. dio vuelta el engaste hacia afuera y tornó a hacerse visible. Al advertirlo, experimentó con el anillo para ver si tenía tal propiedad y comprobó que así era: cuando giraba el engaste hacia adentro, su dueño se hacía invisible, y, cuando lo giraba hacia afuera. se hacía visible". Finalmente, el héroe regresa junto a la princesa, como un hombre invisible. El palacio está lleno de reyes y príncipes que quieren desposarla. Beben delicados vinos. Los árboles han florecido. Se produce la anagnórisis y la esposa promete casarse con aquel que resuelva el acertijo que les propondrá: "Tenía yo --dijo- una arqueta de artesanía con una llavecita de oro. Perdí la llavecita y ya no confiaba en encontrarla, pero ha aparecido ella misma. El que acierte será mi marido". Ninguno acierta, y la princesa le pide al soldado que se muestre. Este se quita el gorro y se hace visible, toma las blancas manos de la princesa y la besa en los labios. "¿Comprendéis ahora? -dijo la hermosa princesa-. La arqueta de artesanía soy yo, y la llavecita de oro, mi fiel marido". Un final que ya conocimos con la Odisea: el regreso del héroe, la esposa amada y amante, acosada por nobles pretendientes y el reconocimiento del héroe por parte de la amada,
El tema del héroe que regresa luego de muchas peripecias a reencontrarse con su esposa, como Ulises o el soldado de "La princesa encantada", es común en Cuentos populares rusos, aunque con variables en las que el personaje regresa con sus padres o con su amada, sin que necesariamente esté siendo acosada por diversos pretendientes. En "El habla de los pájaros" (pp. 76 a 79), Vasili, un niño de seis años, que tiene el mágico don de leer lo que cantan los pájaros, es puesto en una barquilla por sus padres que lo abandonan en medio del mar, porque él sabe qué canta el ruiseñor que su padre tiene en una jaula. El canto triste del ruiseñor dice que ellos le servirán un día a él: "Augura el ruiseñor que ha de llegar un día en el que ambos seréis mis servidores: el padre me ofrecerá agua, y la madre, una toalla, para que me seque las manos". Vasili es rescatado de las aguas por un navegante que lo cuida como a su propio hijo. El ruiseñor, que se había escapado de la jaula, se reúne con él. No es, por cierto, el primer personaje rescatado de las aguas. El más célebre, sin duda, es Moisés, cuyas peripecias son tan fantásticas como las de Vasili, quien regresa a su tierra convertido en príncipe, reconoce a sus padres que le sirven agua y le pasan la toalla, como lo había cantado el ruiseñor, y se vuelve con ellos a Jvalinsk, la ciudad donde se encuentra su palacio.
Los animales fantásticos, como el ruiseñor, que con su canto describe el mundo, o como los cuervos del mismo cuento, que alborotan el palacio porque quieren saber a quién pertenece la cría y esperan la palabra del rey, pueblan Cuentos populares rusos y comparten con los humanos con la misma naturalidad con que la realidad espacial confunde el más allá con este mundo, como lo comprende el investigador suizo Max Lüthi: "El sentido del espacio en el cuento quimérico es unidimensional; él distingue entre el más allá y este mundo, no pone un abismo entre ambos, comprendiendo como el más allá el mundo divino y el mundo sobrenatural maravilloso de hadas, enanos, gigantes, enanos, magos buenos y malos, animales y elementos de la naturaleza que hablan" (Yolando Pino Saavedra, "En torno a los cuentos folklóricos" (Instituto de Investigaciones Folklóricas RAMÓN A. LAVAL, Archivos del Folklore Chileno, fascículo N. 8, Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Educación, 1957, pp. 7 a 19). La asombrosa zoología de su Manual de zoología fantástica que Borges escribió en colaboración con Margarita Guerrero en 1957 (Fondo de Cultura Económica), encuentra en la antología de Alexander Afanásiev un correlato de zoología fantástica en que los animales son los que solemos encontrar en la naturaleza que nos rodea, aunque no faltan los dragones de varias cabezas, pero son una excepción. Estos animales de Cuentos populares rusos, de las distintas especies del reino animal, son fabulosos sin que necesariamente alteren su propia estructura animal.
Como el halcón del cuento "El monte de cristal" (pp. 42 a 45) que, como pago por el favor prestado por el Zarevitz Iván de dividir entre los animales un caballo que permanece muerto 33 años, le otorga el don de convertirse en halcón u hormiga: "Dio los huesos a las fieras, la carne, a los pájaros, la pelleja, a los reptiles, y la cabeza, a las hormigas". Ambas transformaciones le permitirán a Zarevitz Iván, por un lado, como halcón, derrotar a los dragones de tres, seis y doce cabezas; de otro lado, como hormiga primero, que logra entrar a la montaña de cristal por una ranura, encontrar a la princesa que le encomienda una fantástica y perturbadora misión, luego de contarle cómo llegó a la montaña de cristal: "Me raptó un dragón de doce cabezas que vive en el lago de mi padre. Ese dragón oculta en su cuerpo un arca, en el arca hay una liebre, en la liebre, un pato, en el pato, un huevo, y en el huevo, una semilla. Si matas al dragón y te haces con la semilla, lograrás que desaparezca este monte y me librarás del cautiverio". Vencido el dragón y con la semilla en la mano, le prendió fuego y la "acercó al monte de cristal" que no tardó en deshacerse. Llevó a la princesa con su padre, el zar que, feliz, los casó de inmediato. Es común el tema del padre agradecido, un rico mercader, un rey o un zar, que casa a su hija con su salvador, al que enriquece y ennoblece.
El monte de cristal
Como en la breve historia, pero rica en acontecimientos y temas maravillosos que confluyen en su narración, "El abedul y los tres halcones" (pp. 113 a 115): "El zar y la zarina se alegraron mucho, recompensaron con largueza al soldado, lo casaron con su hija y le pidieron que viviera con ellos en palacio". La historia puede sintetizarse así: el demonio, la princesa convertida en abedul por el espíritu maligno, los halcones que son, en realidad, príncipes y hermanos de la princesa, dominados por este espíritu maligno y el joven héroe, un pobre soldado que regresa a su tierra pero que termina, por necesidad, al servicio del diablo. Su trabajo consiste en cuidar a los tres halcones en cuanto el espíritu maligno viaja al matrimonio de su hija. Aburrido, sale al jardín y se encuentra con el abedul que le habla: "Oye, soldadito, ve a la aldea tal y tal y dile al sacerdote que te dé lo que vio en sueños anoche". Un libro. La magia del libro que luego de toda una noche de lectura ordenada por el abedul, aparece del arbusto mágico, "hasta el pecho, una hermosa niña". Después de la segunda noche, hasta la cintura, para ser ella, acabada la tercera noche, una hermosa princesa que lo besa diciéndole: "Soy la hija de un rey". Los tres halcones vuelven a su ser príncipes.
En los cuentos que hemos comentado y sus conexiones con otros relatos en los que lo asombroso se toma la historia de los acontecimientos, los elementos símbolos en la construcción de lo maravilloso se repiten sin mayores variaciones. "Los deseos simples que puede concebir el hombre en el dominio de lo maravillo no son innumerables", nos dice Roger Caillois en el Prefacio a su clásico Antología del cuento fantástico (Sudamericana, Buenos Aires,1967). Y menciona algunos de estos dominios presentes en las historias de Cuentos populares rusos: "la ubicuidad, los traslados instantáneos, la invisibilidad, el trabajo sin fatiga, los animales serviciales, el poder de metamorfosis, el poder de objetos mágicos y la docilidad de los elementos". En estos dominios de lo maravilloso, resaltan las características del cuento fantástico como el "misterio", lo "inexplicable" y lo "inadmisible" que invade la "vida real" o el "mundo real", o la "inalterable legalidad cotidiana", como lo señala Tzvetan Todorov en su también clásico Introducción a la Literatura Fantástica (Premia, México, 1981), conceptos que extrae de las definiciones de Castex, Louis Vax y Roger Caillois. Y Borges, en su citada conferencia sobre la literatura fantástica, aborda otros de estos dominios de lo maravilloso como la confusión sueño-realidad y los juegos con el tiempo. Como el sueño metafísico que describió Chuang Dsu hace veinticuatro siglos: "Soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre" (J. L. Borges, "Un museo de literatura oriental", en Textos Cautivos. Ensayos y reseñas en "El Hogar" (1936-1939), edición a cargo Sacerio-Garí y Emir Rodríguez Monegal (publicada en Tusquets Editores, 1986).
Sugiero, también el prólogo de Adolfo Bioy Casares a la Antología de la literatura fantástica del que es autor junto con Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo.
En "Visión" (pp. 159 a 162), sueño y realidad construyen una narración en la que solo se descubre al final del relato cómo el sueño, que es la historia misma, se disuelve en una realidad que se describe en un par de líneas. La propia definición de "visión" nos lleva al mundo de lo fantástico, de lo quimérico. Y los sueños suelen tener esta característica, por eso también suelen atormentarnos. Borges, en la citada conferencia sobre la literatura fantástica, comenta el ejemplo de la noche 351 de Las mil y una noches. Cierta noche, un hombre de Bagdad a quien se le terminaron sus riquezas, sueña que alguien le dice que debe viajar a El Cairo, donde encontrará su fortuna: "Cierta noche mientras dormía cohibido y amedrentado vio en sueños a una persona que le decía: "¡Tu fortuna se encuentra en El Cairo! ¡Ve, corre a buscarla!".
Ya en El Cairo y luego de una serie de peripecias, su fortuna se convierte en varios azotes por un crimen que no cometió. El hombre de Bagdad le dice al valí el motivo que lo llevó hasta Egipto y este, luego de azotarlo y reírse del bagdalí, le dice que él también tuvo un sueño semejante: "¡Hombre de poco entendimiento! Yo he visto en sueños tres veces a una persona que me decía: "Hay una casa de Bagdad situada en tal barrio y cuyo aspecto es éste. En su patio hay un jardincillo y debajo del surtidor se encuentran riquezas enormes. Ve allí y cógelas". El hombre regresa a Bagdad y la descripción del valí corresponde a su propia casa.
Un marinero, un tabernero y un general son los personajes del cuento "Visión". Al relato lo enmarcan cuatro escenarios: una taberna, una inundación, un lugar lejano y extraño y la oficina del general. En la taberna, el marinero paga el consumo con una moneda de oro y deja el cambio. En este punto el lector es llevado con el marino y el general en una aventura cuyo desenlace es el final de la historia en la oficina del general quien, enojado, reprendía al marinero que aguanta la reprimenda hasta que le da un puñetazo en el costado a su superior: "-Despierte, Excelencia. / Se despertó el general y vio que nada había cambiado: estaba en su despacho y no había salido nunca de él. Pero no quiso seguir juzgando al marinero, lo dejó marchar y el tabernero se quedó con un pasmo de narices". El mismo pasmo de narices con que se queda el lector. ¿Entonces el marinero nunca abandonó el barco? ¿Y el tabernero es un personaje del sueño o de la realidad? La confusión "sueño-realidad" como uno de los dominios del cuento maravilloso, ha sido tratado en todas las literaturas a través de todos los tiempos. Como lo comenta Roger Caillois en el citado Prefacio: "Al igual que los mitos, los cuentos fantásticos retoman de preferencia los mismos temas con un desarrollo diferente. No pienso que ello se deba al azar".
Las dos últimas historias que revisaremos de Cuentos populares rusos, ilustran la cercana relación de ellos con, por un lado, la tradición de las fábulas maravillosas y, de otro lado, con la cercanía, desde el punto de vista de la publicación de los textos recopilado por Afanásiev, con un clásico de la literatura infantil como es Pinocho. Ya hablamos de Pulgarcito, a propósito de las botas de siete leguas, pero ahora lo haremos desde la mirada del propio personaje y su característica esencial que no requiere describirse. El cuento "Meñiquín" (pp. 34 a 37), su nombre ya es una señal, narra la historia de este pequeño personaje nacido del dedo meñique de su madre: "Éranse que se eran un viejo y una vieja. Un día, la vieja se puso a picar col para hacer unos pastelillos, tuvo la desgracia de rebanarse el meñique de la mano izquierda y lo arrojó detrás del horno. De pronto le pareció que una voz humana decía desde allí: / --¡Madrecita, sácame de aquí!". Desde este instante, las aventuras de Meñiquín, asombrosas, como la última que termina saliendo del vientre de un lobo, rescatado por su astucia, lo llevará a su casa donde vivirá feliz junto a sus padres, que matan al lobo, lo desuellan y le hacen un abrigo a su hijo. Como Meñiquín, Pulgarcito es astuto y temerario, pero a diferencia del cuento recopilado por Afanásiev, tuvo un doble final, que su autor, Charles Perrault, tuvo a bien escribir, teniendo en cuenta, seguramente, los principios valóricos de un personaje escrito para niños. ¿Fue "Pulgarcito", publicado en 1697, un referente para el autor de "Meñiquín", una historia que se publica ciento setenta y seis años después, en 1873?
Diferente es la relación que se establece entre Las aventuras de Pinocho, la novela de Carlo Lorenzo Filippo Giovanni Lorenzini, famoso por su seudónimo de Carlo Collodi, publicada en un periódico italiano entre los años 1881 y 1883 y el cuento "Teréshechka" (pp. 127 a 130). Podemos suponer que Collodi sí conocía la historia de este cuento popular ruso, del que pudo haber tomado la idea del muñeco de madera que mágicamente adquiera vida propia, como un ser humano. El nacimiento de Pinocho, de un pedazo de madera encantado, demora tres capítulos de la novela, hasta que en el cuarto tiene su primera aventura con un grillo-parlante (edición de Antonio García Ángel, Circulación Libro al Viento, Bogotá, 2012). "Cuando encontró el nombre de su marioneta, comenzó a trabajar en forma y le hizo el pelo, luego la frente y finalmente los ojos. Imagínense su sorpresa cuando, luego de concluir los ojos, se dio cuenta de que se movían y lo miraban fijamente. Geppetto, viendo cómo lo veían esos dos ojos de madera, casi se lo toma a mal y dijo con tono desapacible: -Ojos de madera, ¿por qué miran así?" (Capítulo III).
En "Teréshechka" es un matrimonio de ancianos. Una vida triste porque no había tenido hijos. El motivo de la soledad, a diferencia del viejo Gepeto que quiere un muñeco de madera para recorrer el mundo, y ganarse "así un pedazo de pan y un vaso de vino". El motivo es diferente, pero la creación que se abre a la fantasía es la misma: "Hicieron los viejos un muñeco de madera, lo envolvieron en un pañal, lo metieron en una cuna y se pusieron a mecerlo y a cantarle nanas, y en vez del muñeco fue creciendo, entre pañales, su hijo Teréshechka, que era precioso". Después de una serie de peripecias y de ser salvado de una bruja por un ganso desplumado, regresa a su casa para la alegría y felicidad de sus padres.
Teréshechka
Cuentos populares rusos son narraciones que dialogan entre ellas y con las diversas expresiones de la literatura oral y escrita que han enriquecido la historia literaria de la humanidad, formada de mitos y leyendas y en la que nada es imposible. En este poético universo, lo maravilloso, propio del relato que se sitúa en el mundo de los sueños y la imaginación, y lo fantástico, característico de aquellas historias que alteran la cotidiana realidad y perturban la vida normal en que viven los personajes, con sus apariciones que inquietan, sorprenden, y por lo mismo, atemorizan, las historias recopiladas por Alexandr Afanásiev representan un significativo aporte no solo para el estudio de la literatura popular rusa, sino además un apasionante mundo literario que puede resultar desconocido para muchos lectores.
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile)