Palabra de poeta: Ana Lacoste
Ana Lacoste
Contenido de la edición 15.12.2024
Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (Hesíodo aprendió de ellas). Pan de oro o pliegue de túnicas, el poeta recibe normas en su bosquecillo de laureles. En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre.
Teoría y juego del duende
Federico García Lorca
(Conferencia pronunciada el 20 de octubre de 1933 en la Sociedad de Amigos del Arte, en la ciudad de Buenos Aires).
Hoy presentamos a Ana Lacoste, Montevideo, Uruguay, 1947
I
Soy un anciano en un reloj roto.
La vejez quedó prisionera de un cuerpo cansado que sigue moviéndose.
Camino por las orillas de este planeta, erróneamente llamado Tierra.
Estoy rodeado y solo.
En ninguna mirada encuentro los recuerdos que necesitan ser llorados, caer en lágrimas como semillas.
Camino por la orilla de este planeta Azul.
En las noches aguijoneo mis párpados para que no triunfe el sueño del olvido, para que no descanse la memoria.
Todos lo vivimos, pero muy pocos quieren recordarlo y muchos prefieren negarlo.
¿Fue un segundo, un instante de ceguera inconmensurable del universo, un eclipse fugaz de todos los continentes?
La oscuridad se hizo poder y las luces, ceguera.
Los únicos destellos que podíamos ver navegaban sin brújula, sin timón, sin astros que las guiaran, encerrados en botellas, buscando sin descanso orillas sin murallas, ni vallas, ni banderas.
Soy un anciano en un reloj detenido.
Un buscador de botellas en el mar.
Todas llevan, encerrados en sus vientres, mensajes de la misma tristeza rebelde y la última esperanza.
Soy un anciano en un reloj que avanza.
Rodeado y solo entrego al mar una botella con este mensaje en su vientre. Si alguien en este planeta Azul, lo lee, las luces me contarán que aún hay esperanza.
II
¿Dónde está la luz
en las noches
en que la luna espera
otra resurrección?
El árbol la busca
en el sueño distante
de un pájaro sin nido.
La pobreza la busca
en el dolor punzante
de su hambre desolada.
Un dios ciego
duerme la siesta.
¿Dónde está la luz
en las noches
en que la luna espera
la mirada
de un sol que la niega?
III
El muelle despierta
entre sirenas rojas
Nadie sabe que el tiempo
desnuda su tristeza
en un susurro al mar.
Un ancla llora
su desolación de puerto.
Siete fantasmas
se desperezan en la almohada.
Uno a uno se hunden
en los sorbos del primer café.
Sabe a sal, a tierra extranjera
a sangre reseca al sol.
Se fracturan los ojos
en la fecha labrada en un adoquín.
La simetría de mi silencio
todavía busca la luz.
IV
Es el último de su especie.
Lleva bajo sus escamas de luna
el recuerdo de otros colores.
Detrás de sus ojos quietos
regresan redes mortales
y el estallido de bombas
ensayando la próxima guerra.
Es el último de su especie.
En soledad
recorre cavernas marinas
donde las golondrinas
no lo ven llorar.
Sueña triste
con el naufragio de su muerte.
Sólo en las noches de luna llena
nada con las medusas
dibujando blancos círculos concéntricos
en la paz del mar.
V
Una caracola
rueda su cansancio
hasta las orillas mestizas
de río y mar.
Un niño la levanta.
Ella le cuenta historias de amor
de tritones y sirenas.
Canta canciones
de marineros borrachos.
Inventa aventuras
de piratas y corsarios.
De pronto el silencio.
El niño le cuenta
historias de pájaros en bandadas
de rayuelas con cielo
de fútbol y campeones.
De pronto el silencio.
El niño se vuelve hombre
y la caracola memoria.
Juntos susurran los nombres
de los que en el fondo
todavía esperan.
BRINDIS
Por las noches blancas
y el poema que nace entre dos sueños.
Por las montañas y los valles
que dialogan con ecos.
Por el viento grave
el piano de la lluvia en la ventana
y la percusión del trueno.
Por las puertas
que se abren en los muros
y la sangre del Sol en las grietas.
Por los sueños
escondidos en los rincones del tiempo
y las manos del otoño
que los encuentra.
Por el brocal del recuerdo
y la ausencia del fondo
Por las alas de las mariposas
que se atreven a nacer en las heridas.
Por las espigas de manos ondulantes
y el beso del pan.
Por los deseos
que se alimentan de estrellas fugaces
y la vida de otros soles.
Por las piedras
que obligan a buscar nuevos caminos
y porque el camino de regreso
no es el de partida.
Por las efímeras huellas en la arena
y la caricia de las olas
que las llevan a navegar.
Por la memoria que no se detiene
y el desolvido que marcha por la avenida.
Por los cristales
y las piedras que quiebran los silencios
Por el descanso de la coma
los puntos suspensivos de la esperanza
y el punto final.
Por el viaje eterno de las palabras
en las noches blancas
y los poemas
que nacen entre dos sueños
NOCHE
La noche es un ojo
de infinitas pupilas,
espíritus andariegos,
viajeros invisibles
hacia estrellas muertas.
Se arrodilla el viento indeciso
ante un templo de piedra y musgo.
La noche es un mar de misterio.
La luna es espejo de un día
condenado al olvido.
Un cometa naufraga cercano.
La noche es un susurro eterno.
SUEÑO
Sueño con el pájaro que me sueña
en noches de ceguera y niebla.
Inicio un vuelo gris y solitario por espacios interminables.
Se esconden camuflados entre las plumas
el miedo al silencio repentino del corazón
los ojos sin movimiento, como los peces
el temor de las manos oculto en la sombra de los bolsillos.
Vuelo y floto hacia mi isla.
Enciendo un fuego donde se inmolan los poemas de ayer.
Las palabras mueren y se reencarnan en otros que aún no nacen.
En el cielo las constelaciones mienten destinos.
Pero los fantasmas de las estrellas no saben hablar.
Vuelo sobre la fogata de colores cambiantes.
Dejo caer en brasas oscuras
el miedo al silencio repentino del corazón.
En fuegos azules y fríos
los ojos sin movimiento, como los peces.
En avaras llamas ensangrentadas
el temor de las manos se ocultó en los bolsillos.
Con el último frío nocturno se apagan las constelaciones fantasmas.
Antes de partir agrego noctilucas al camuflaje de mis plumas.
Me recuerdan que aún existe luz
en mis noches de ceguera y niebla.
Tal vez, mañana despierte
en el sueño del pájaro que me sueña.