Palabra de poeta: Mariella Huelmo

Contenido de la edición 23.04.2025

 

Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (Hesíodo aprendió de ellas). Pan de oro o pliegue de túnicas, el poeta recibe normas en su bosquecillo de laureles. En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre.

Teoría y juego del duende

Federico García Lorca

(Conferencia pronunciada el 20 de octubre de 1933 en la Sociedad de Amigos del Arte, en la ciudad de Buenos Aires).

 

Hoy, presentamos a Mariella Huelmo Guerra, nacida en Rocha, Uruguay, en 1966

I

Y descubren los mapas que esconde

cada cual en su forma de ser

Pedro Guerra

A almendras, amor,

 a almendras

sabía el encuentro

 

Encendió la noche

su vela de misterios

Yo, desnuda la mirada

Tú, húmedo el silencio

 

Meridiano  roce

almendró el beso

y fue la sed acantilado

valle, duna, estero

 

Geografía luminosa

mapa de los cuerpos

Caudal mis manos

en ríos de deseo

Sísmico volcán

cauce tus dedos

Relieve  mis caderas

a grupas del viento

grieta y cima

sima y cuenco

delta y oasis

fiordo y lecho

salto y nido

lava y océano

 

Almendras, amor,

     almendras

boreal hemisferio

 

II

DERROTA

Una piedra sobre las hojas.

Enorme.

Tiesa.

Muda

sobre el follaje

dorado del alba.

 

Como un viejo secreto

como una bandera sin izar

la verdad duerme sin esperanza

entre la tierra y la piedra.

 

Quise levantarla.

Que vieras los ojos del agua

pidiendo piedad.

No pude.

El silencio y los años

debilitaron mis brazos,

aumentaron la piedra.

 

La empujé con mis manos,

con mis pies.

Quise mostrarte el grito del fuego

abrazado a tus rodillas.

Pero toda yo era poca

y no pude.

No puedo.

 

Sobre nosotras

enorme

tiesa

muda

cómplice

crece la piedra.

 

III

No supo el día

que era día de no ser

y amaneció igual

con todos sus pájaros

en el pretil del alba

con sus olores blancos

jazmineando la mañana

 

Nada entiende el calendario

con sus cuentas vacías

Amasó la tarde un crepúsculo

leudado con glicinas

y el crepúsculo una luna

de siempre todavía

 

No sabe el almanaque

decir sin verbos

el amor que fue espiga

 

Negro sobre negro

inventar las canciones

las palabras

                        y la vida

 

IV

Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce.

Juan Carlos Onetti

 

Es imprudente aceptar la noche

lujuriosa hormiga de vigilia

intacta, perenne, inmóvil en la casa

destrozada por la insomne memoria.

 

Insoportable sostenerla entre mis dedos

jadeando su misterio de flores amargas

de nueces antárticas y amarillas.

 

Como una boca negra el cántaro

de la noche pía a ras del suelo

cuenta piedras invisibles

llovizna mariposas de humo.

 

Lagartija vestida de asombro 

trina y lanza profecías brujas.

 

Nadie comprende.

Tampoco yo.

Mas esta es la noche.

Sola, en el yunque,

martilla un colibrí.

 

V

Y ahora, ¿quién sostiene  la noche?

Un ángel ya lejano golpea el sueño

 y el vértigo aterriza

con filo mineral.

 

Y ahora, ¿quién mira la tarde desde el último piso del alcohol?

¿Qué palabra cae, astillada de silencio,

 con otro nombre?

Ceniza infame que aún respira.

 

Y ahora, ¿quién navega el muro del tormento

desafiando la mañana?

¿Qué carne se hizo piedra

después de la explosión?

 

Ahora, que  todo ha sido borrado por el fuego

y la verdad es una ciénaga,

si encontramos el regreso

¿quién nos abrirá la puerta?

 

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2025-04-23T22:14:00