Residencias de vacaciones: ¿dónde descansa el poder?
Alejandro Giménez Rodríguez
Contenido de la edición 04.11.2024
En el siglo XIX, el descanso de los primeros mandatarios uruguayos era rural, de acuerdo a lo que indicaban las costumbres del momento. Aquel "mundo vacacional de las quintas", del que hablan José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, determinaba que algunos presidentes tuvieran sus casas en las afueras de Montevideo y en los departamentos limítrofes, tratándose de familias pudientes de la época.
Bernardo Prudencio Berro, que ocupó el sillón presidencial entre 1860 y 1864, tuvo la residencia "Los Robles", heredada de su padre, ubicada en el camino de Cuchilla Grande, hoy José Belloni esquina la calle que lleva su nombre, en la zona de Manga, a 15 quilómetros del centro de Montevideo, cerca del límite con Canelones. Allí se refugió a fines de 1853 cuando volvió de un breve exilio en Buenos Aires, luego del golpe de Estado que derrocó a Juan Francisco Giró en setiembre de ese año. A ese lugar fue a buscarlo una delegación de legisladores que le ofreció apoyar su candidatura presidencial en febrero de 1860. Llegó a trabajar la tierra con sus propias manos y hasta montar una fábrica de dulce de membrillo allí. Es monumento histórico nacional desde 2004.
El dictador Lorenzo Latorre tuvo su quinta en la hoy calle Haig y Victor Hugo, muy cerca de Instrucciones del Año XIII- antes camino Artigas -y Batlle y Ordóñez (ex-Propios), frente a la de Máximo Santos, que tenía una lujosa residencia con jardines, puente, cascada, zoológico, gruta iluminada a gas y hasta una casa de muñecas para sus hijas. Desde 2007 es sede del Museo de la Memoria, dependiente de la Intendencia de Montevideo. También este mandatario tenía una propiedad en el camino a Los Cerrillos, Canelones, entre el Río Santa Lucía y los arroyos Las Piedras y del Colorado, nombre éste último con el que fue bautizada. Agricultura, ganadería y hasta cría de caballos fueron sus actividades, adonde Santos llegaba en carruaje escoltado por su caballería, en caminos polvorientos. La vendió a Emilio Reus poco después de dejar la presidencia y hoy es de propiedad estatal.
También en las inmediaciones de Los Cerrillos, en lo que había sido la estancia de Joaquín Suárez, Máximo Tajes tenía su casa de veraneo sobre la margen izquierda del Río Santa Lucía. Con monte natural y muelle, hoy es el parador Tajes, administrado por el Ministerio de Defensa Nacional. La casona tiene un estilo arquitectónico italiano y ostenta una torre alta que se puede ver desde el río. Enfrente a la casa hay un frontón de pelota vasca, y posee camping y un museo.
El llamado Castillo de Idiarte Borda en la zona de Villa Colón. El asesinado presidente soñó hasta con hacer canales al estilo de Venecia en sus jardines, lo que la muerte no lo dejó concretar.
En la esquina de Av. Lezica y Caacupé, en Villa Colón, Juan Idiarte Borda tuvo una residencia de descanso, un gran chalet que no llegó casi a utilizar, dado que fue asesinado en funciones el 25 de agosto de 1897. La construcción es del año anterior, obra del Arq. Alfred Massüe y del Ing. Eduardo Vaeza Ocampo. Su lenguaje apunta al neoclasicismo francés, con los característicos techados curvos entejados. Miradores y terrazas se ven desde el exterior, y en su interior destaca el re?namiento de los artesanos, la carpintería, el revestimiento de paredes con gobelinos y el amueblamiento. El diseño del jardín se debe al paisajista francés Charles Thays. En la parte posterior, desde las cocheras y la vivienda para el personal de servicio hasta las estribaciones del arroyo Pantanoso, se extendía una quinta con naranjos.
La increíble historia de la residencia de Anchorena
Imagen: CONTRATAPA/Daniel Feldman
En Colonia, en la barra del río San Juan, a 30 quilómetros de la capital departamental, un joven de la alta clase porteña, integrante de una de las familias más acaudaladas, quedó enamorado de ese lugar cuando el 25 de diciembre de 1907 cayó con un globo aerostático, junto al aviador Jorge Newbery, salvando ambos su vida de milagro, pero consiguiendo el histórico cruce áereo del río de la Plata.
Aarón Félix Martín de Anchorena Castellanos era un aventurero, pero aquel episodio lo decidió a pedirle a su madre Mercedes "un adelanto de herencia" para comprar las tierras que habían pertenecido a The River Plate Company Ltd., ofreciendo a cambio poner fin a sus locuras. En 1911 junto a unos barrancos sobre el río, hizo construir la casa principal, combinación de los estilos Tudor y Normando, proyectada por Walter Basset-Smith y Thomas Edward Collcut, arquitectos ingleses radicados en Argentina, sumando el buen gusto en un amueblamiento con la madera como centro.
Imagen: CONTRATAPA/Daniel Feldman
Encargó al paisajista alemán Hermann Botrich el diseño de un parque de estilo inglés, con eucaliptos, robles araucarias, cipreses calvos y arces japoneses; y más de cien especies de flores y un monte con arrayanes, canelones, ceibos, mataojos y coronillas. En cuanto a las especies, trajo ciervos axis de la India, y jabalíes. Hizo construir una capilla, una casa para los capataces y un palomar, y en 1927 una gran torre de piedra de 75 metros de altura, en homenaje al navegante Sebastián Gaboto, que había navegado las costas colonienses exactamente 400 años antes. Con una escalera caracol que conduce a dos miradores, nunca funcionó como faro, pero su propietario hizo construir en su base su propio sepulcro, en donde descansa para siempre desde el 24 de febrero de 1965.
Imagen: CONTRATAPA/Daniel Feldman
Anchorena legó al Estado uruguayo esas tierras, con destino a fundar un parque nacional que llevaría su nombre, a ser utilizado con fines educativos y recreativos, "para bienestar y solaz de la población", según decía el texto testamentario, destinando el edificio principal a residencia presidencial, formalizando la donación en 1972, y quedando bajo responsabilidad de la Casa Militar de la Presidencia de la República.
Jorge Pacheco Areco fue el primero en usar el inmueble en su mandato entre 1967 y 1972. Luego de un período de abandono durante la dictadura (1973-1985), Julio María Sanguinetti, primer presidente de la vuelta a la democracia, encaró un plan de restauración general, proyecto dirigido por su esposa, Marta Canessa, volviéndose a la producción lechera y ganadera, que había iniciado el propio Anchorena. Desde 1989 puede visitarse en forma guiada y con reserva previa.
Entre sus visitantes ilustres se encuentran la princesa Ana de Inglaterra, los expresidentes George Bush, Felipe González, Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Y entre el anecdotario de este inmueble, está lo mucho que disfrutaba el expresidente José Mujica estar ahí, escapándose de la casa con su esposa Lucía Topolansky y yendo a almorzar en el "fusca" a Colonia del Sacramento, para nerviosismo de la custodia que los seguía en otro auto y deleite de los turistas que no podían creer lo que estaban viendo. Se reunió allí en 2013 con el Congreso de Intendentes y Mujica llegó a anunciar en 2014 su intención de brindar en Anchorena albergue a niños sirios, refugiados en Cisjordania y en Líbano, debido al conflicto que se vivía en Medio Oriente, lo que nunca se concretó.
La controvertida casa en el principal balneario
La Punta del Este de posguerra en aquel Uruguay feliz estaba en pleno crecimiento. Pese a las políticas contrarias de Juan Domingo Perón, algunos empresarios argentinos apostaron por una ciudad balnearia de gran futuro. Uno de ellos fue Mauricio Litman, de origen judío, que desarrolló emprendimientos inmobiliarios como la construcción de los barrios jardines, de los que fue pionero. Erigió alejados de la península un Country Club, un cine y un barrio, que llamó Cantegril, paradójicamente la forma de nombrar a los asentamientos precarios en nuestro país. En los años ´50 fueron célebres los festivales de cine allí con la presencia de estrellas de Hollywood, Europa y los países del Plata.
El empresario argentino Mauricio Litman donó esta propiedad al Estado uruguayo para ser usada como residencia presidencial en Punta del Este, estando hoy en desuso.
En 1948 Litman donó al Estado uruguayo un terreno y una construcción en una manzana triangular cuyo frente da sobre la Avenida Roosevelt, hoy parada 16, para ser usado como residencia presidencial, además de buscar la fama del balneario con una presencia oficial. Llevaba el nombre "Woodlands" y era la vivienda personal del empresario.
El primero que la usó fue Luis Batlle Berres, presidente de ese momento. Por expropiación se anexó un lote contiguo en 1977 y otro en 1990. Al decir de Miguel Carbajal, escritor experto en casas presidenciales, "Se trata de un chalet tipo californiano con dos plantas", siendo los otros dos que tiene el predio para los edecanes y para el personal de guardia, respectivamente. Si bien en sus orígenes la residencia estaba rodeada de pinos y césped, las torres de apartamentos que empezaron a multiplicarse en los años ´90 en la zona hicieron que perdiera la paz que había tenido.
Después de algunos años en desuso, la propiedad fue vendida en julio de 2011 por el entonces presidente José Mujica al Banco de la República, manejándose como posible destino el de espacio cultural con una pequeña biblioteca para conferencias y eventos culturales. En 2016 la vivienda volvió en forma de comodato a Presidencia de la República, en el segundo mandato de Tabaré Vázquez, por lo que fue refaccionada y rehabilitada al año siguiente con una actividad con operadores turísticos, usándola el fallecido gobernante ocasionalmente como casa de veraneo. En febrero de 2021 la Residencia Presidencial de Punta del Este volvió a ser utilizada para actos protocolares, al recibir Luis Lacalle Pou a su colega paraguayo Mario Abdó Benítez. Desde entonces su actividad ha sido escasa, y es la menos conocida de las casas presidenciales uruguayas.
ALEJANDRO GIMÉNEZ RODRÍGUEZ
Historiador, docente, comunicador,
asesor en la Dirección Nacional de Cultura del MEC
Imagen de portada: residencia de Anchorena/CONTRATAPA/Daniel Feldman